14 de abril de 2014

El libre albedrío: Parábola del estudiante universitario.

El uso del libre albedrío es como cuando el Consejo de Educación Superior diseña un plan de estudios (pénsum) con todos los requisitos (asignaturas), que un estudiante, previamente matriculado en una escuela de altos estudios (universidad), deberá aprobar o cumplir antes de obtener un diploma que lo acredite como profesional. Algunas de esas asignaturas tienen prerrequisitos (asignaturas que deben ser aprobadas previamente). Por Ej. Si el estudiante no aprueba Filosofía 001 la universidad no le permitirá inscribir Filosofía 002. Existen otras materias o asignaturas que no tienen prerrequisito, y pueden ser inscritas en cualquier etapa de la carrera. Así tenemos que un estudiante de primer semestre puede inscribir una materia de sexto o séptimo semestre, siempre y cuando esta no lleve un prerrequisito, y obviar el inscribir los prerrequisitos que deberá cursar de todos modos tarde o temprano; o, se da el caso que el estudiante suspende los estudios y no se inscribe por uno, dos o más semestres. Esto al final terminará alargando el tiempo para que el estudiante obtenga su título profesional, porque lo ideal es que inscriba todas sus materias en el tiempo y orden correspondiente, de acuerdo a como aparecen en el pénsum.
Veamos la semejanza de lo aquí expuesto con lo que ocurre con la permanencia del ser en el plano físico: Existe un plan del Orden divino que el ser debe agotar o cumplir para elevar su nivel espiritual y continuar su camino en ascenso a niveles celestiales. A medida que el ser aprueba (vive, experimenta, recorre, entiende y asimila) el plan del orden divino, también va elevando su nivel de consciencia espiritual.
Ahora bien, tal y como en el ejemplo metafóricoel estudiante de la universidad decide qué inscribir, el ser también puede, en el trayecto de su ascenso espiritual,  obviar el gran regalo que significa ese plan prediseñado, porque el ser tiene un libre albedrío para decidir. Cuando el ser decide, aquí en este plano físico, obviar los pasos y experiencias que le corresponde vivir, ya sea por encerrarse en el plano mental (recuerdos, imaginación repetitiva) o por entregarse a los afanes terrenales (dinero, vicios, corrupción, placeres), se estanca, no avanza, no eleva su nivel espiritual.
Si el aliento de vida abandona al cuerpo físico del ser, sin este haber cumplido con los pasos que le corresponde, el ser verá dichos pasos en una encarnación posterior. No importa lo que el ser haga en esta u otra vida, de todos modos tendrá que recorrer el plan divino. Si el ser utiliza su libre albedrío para aceptar el regalo del plan divino, entonces irá tomando las decisiones convenientes para su crecimiento espiritual, en armonía plena con el Todo. Y aún si tiene que volver a encarnar en este plano físico, tendrá un nivel espiritual más elevado. A eso debemos el nivel de entendimiento que poseemos en la vida presente, porque hemos venido evolucionando. La conveniente utilización del libre albedrío es la reafirmación del nivel de consciencia en el ser. Si el ser no poseyera el libre alberdrío y fuera conducido como si fuera un autómata a través del plan  del Orden divino, sería equivalente a que permaneciera en la inconsciencia y no podría elevar su nivel espiritual.
El fin último del ser es superar todas las enseñanzas que le ofrece el plan divino y por consiguiente dejar de encarnar en este plano físico, entonces, cuando esto ocurre, el crecimiento espiritual, en lo referente a este plano material, ha sido completado, y el ser asciende a niveles superiores ubicados en otras dimensiones en las cuales no necesitará el cuerpo material.

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