14 de mayo de 2017

El utópico autocontrol del hombre.

Los dispositivos electrónicos, los aparatos mecánicos y algunos elementos de la naturaleza, como el cauce de los ríos y la reforestación de los bosques, Son temas que cotidianamente el hombre pretende controlar de acuerdo a su propio criterio. El agente policial o un semáforo sirven para controlar el tránsito vehicular e impedir que se forme un caos en las arterias públicas; un árbitro controla el desenvolvimiento de un evento deportivo para que los equipos involucrados en el mismo observen y respeten las reglas sin incurrir en violaciones que contaminarían el juego; los jueces controlan las causas judiciales de las cuales son apoderados en procura de que la verdad y la correcta aplicación de las leyes sean las únicas imposiciones que predominen dentro de los tribunales. Podría citar cientos de ejemplos en los cuales se ejerce control sobre diferentes aspectos de la vida en sociedad, pues el control está presente como algo natural entre los hombres, como si todos estuviéramos de acuerdo en que hay que ejercer control o de lo contrario se formaría el caos. Ahora bien: ¿qué ocurre cuando el hombre piensa en controlarse a sí mismo?, ¿cómo se llega a la determinación de que debe ejercerse autocontrol sobre la propia vida? Unos razonan filosóficamente ante tales preguntas y responden que las leyes y costumbres sociales constriñen al hombre a someterse a la obediencia y respetarlas so pena de recibir sanción penal o moral, o sea, una condena judicial o la desaprobación social. Pero, si el hombre respeta las leyes por temor a la sanción que estas generan: ¿está ejerciendo el autocontrol o está siendo controlado por dichas leyes? Y más, ¿en verdad podría el hombre autocontrolarse si fuera él mismo el posible causante de estar fuera de control? En todo caso, si el hombre tuviera la potestad dde autocontrolar su vida por voluntad propia, entonces también podría evitar el estar fuera de control y por ende no habría la necesidad de hablar del autocontrol.

El hombre está diseñado para vivir en armonía consigo mismo y con su entorno, un entorno que incluye a sus semejantes. Cuando se quiebra el equilibrio indispensable para que la armonía pueda reinar, comienzan a surgir situaciones incómodas que tarde o temprano terminarán descontrolando la paz interior del ser y ocurrirá lo inevitable. En el momento en que la armonía está ausente es cuando el descontrol tiene oportunidad de tomar posesión y ningún hombre es capaz de controlar lo que él no conoce ni pudo evitar. Se denomina autocontrol al control que ejerce un individuo sobre sus propias reacciones o impulsos. Pero, ¿qué es una reacción? Se llama así al comportamiento que mostramos luego de una acción por la cual nos sentimos afectados, es decir, es una acción que se contrapone a otra acción, una especie de respuesta a un hecho o situación que se nos presenta. Veamos un ejemplo: una señora está tratando de colocar un bulto muy pesado en la cajuela de su coche y no puede subirlo, la frustración hace que reaccione molestándose, un vecino que ha observado la acción desde su ventana decide salir a socorrer a la señora, entonces carga el bulto y lo coloca en el interior de la cajuela del coche de la señora y esta reacciona agradecida y lo manifiesta con una sonrisa. La señora del ejemplo ha tenido dos reacciones involuntarias, la primera de frustración manifestada por el enojo y la segunda de agradecimiento manifestada con una sonrisa. En ninguno de los casos observamos el llamado autocontrol. Mirémoslo de una perspectiva diferente, supongamos que la señora hace el esfuerzo de subir el paquete al baúl de su carro y al ver que no puede hacerlo por ella misma simplemente se detiene a pensar como solucionará aquella situación. Entonces llega el vecino y ya sabemos el final del relato. En este ejemplo la señora reaccionó en forma reflexiva y buscó en su mente una respuesta al dilema que enfrentaba. ¿Podríamos decir entonces que ella ejerció algún tipo de autocontrol sobre sus reacciones? de ninguna manera. Ella reaccionó de forma involuntaria en ambos ejemplos y sus reacciones, la de enojo en el primer ejemplo y la de reflexión en el segundo, fueron totalmente naturales. Una misma persona puede reaccionar de formas distintas ante situaciones similares dependiendo de varios factores como: su ánimo y disposición en el momento, la prisa o urgencia  de la ocasión, etc. Sin embargo, lo que mayormente determina el modo en que las personas reaccionan ante las situaciones son los hábitos o conductas adquiridas durante su formación. Así, si un individuo crece en un hogar donde sus padres acostumbraban a tomarlo todo con calma sin importar cuan pesada o ligera fuera la carga del día, pues es muy probable que dicha persona también actúe de ese modo por el resto de sus días. En ese sentido, las personas que usualmente reaccionan de modo calmado ante cualquier eventualidad, por haber sido formados bajo costumbres y tradiciones que lo empujaron a ser así, no son personas que ejercen autocontrol sobre sus reacciones sino que sus reacciones son principalmente tranquilas y calmadas. Hay personas que aprenden a sustituir viejos hábitos, conductas perjudiciales como el enojo, la preocupación y la angustia, Por otras reacciones como la paciencia, la calma, la reflexión. Ninguna de esas personas están ejerciendo autocontrol sobre sus reacciones, mas bien, han cambiado formas de reaccionar que consideran perjudiciales por otras distintas que consideran beneficiosas. Obviamente, no se trata de autocontrol sino de programar sus conductas y reacciones en formas distintas, lo cual no implica garantía alguna, porque lo aprendido previamente estará de algún modo latente y en cualquier momento puede brotar al exterior sin pedir permiso y es cuando muchos quedan sorprendidos de ver a esa persona que creían tan tranquila actuar de repente con ánimos exacerbados. Esto último, claro está, no necesariamente ocurrirá en todos los casos, pero requiere mucho trabajo, esfuerzo, disciplina y otras cualidades más, para que un individuo pueda llegar a sustituir las improntas mentales que adquirió durante todo el trayecto de su formación. Sería algo así como sustituir algo malo por algo menos malo, porque al final las nuevas reacciones tampoco reflejarían la autenticidad del ser, serían sólo otro tipo de respuestas aprendidas y nada más. Siempre y cuando el ser dependa de las reacciones y emociones aprendidas y fijadas en su cerebro, es decir, que sea su cuerpo carnal el que dirija sus acciones, estará expuesto a reaccionar de un modo inadecuado, aunque no lo hubiere premeditado. El hombre, tal y cual lo conocemos, es un ser espiritual viviendo en un mundo material y es su esencia espiritual la que debe guiar sus acciones en el plano físico, todo lo demás es solamente imagen y semejanza de lo que debe ser. El cuerpo, el espíritu y la mente deben transitar por la vida como un equipo que trabaja unido, como yendo en un vehículo en el cual el cuerpo es la carrocería, la mente es el timón y el espíritu es el conductor. Un día la carrocería terminará su vida útil y será desechada, el timón entonces habrá terminado el propósito para el cual fue creado, pero el conductor, si sabe elegir su camino, tendrá vida por toda la eternidad.


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