Uno tiene la impresión de que un cronista de arte, a quien le corresponde orientar e informar al pueblo sobre arte y cultura, pudiera estar aunque sea un poquito enterado de lo que significa el arte dominicano, para que cuando él emita un comentario sobre, p. ej., el paro que los artistas, profesores, y empleados de las escuelas de Bellas Artes y otras dependencias del Ministerio de Cultura están llevando a cabo, él sepa lo que está hablando. Pero esas son ilusiones. Ayer escuché a uno de los susodichos decir que los profesores de la Escuela Nacional de Arte Dramático, la Escuela de música Elila Mena, el Coro nacional y los empleados de los museos nacionales, así como otros empleados dependientes del Ministerio de Cultura, que son quienes están llevando a cabo su reclamo, su justo reclamo, por un reajuste salarial y otras demandas igual de importantes, dizque pertenecen a una élite de la sociedad dominicana, queriendo significar que ellos son "ricos y pudientes". ¡Nada más alejado de la verdad! Que aquí hay muchísimos de esos profesores que prácticamente enseñan el arte que ellos viven porque aman lo que hacen y no porque les reporta algún tipo de ganancia exorbitante que les permita acumular riquezas o tener siquiera lo imprescindible para el sustento diario. Y ojalá el arte les produjera ganancias que los hiciera ricos y pudientes, ¿perderían por eso el derecho a que se les trate dignamente?, ¿acaso los "ricos y pudientes" tienen menos derechos que otros dominicanos a exigir que se les trate con respeto e igualdad en una causa tan justa como lo es la enseñanza del arte nacional? Escuchándolo me vino a la mente aquella conversación que una vez sostuve con el desaparecido actor Fernando Coste, quien fuera hace tiempo mi profesor de actuación en la escuela de Bellas Artes, en la cual él me dijo que había dejado el teatro y el ser profesor de actuación porque, aunque eso era lo que él amaba, sus ingresos no le alcanzaban para llevar una vida digna. De eso hace quince años más o menos, pero, las cosas no han cambiado mucho para los máximos representantes del arte dominicano auténtico. Hoy hay profesores y empleados de los lugares antes mencionados que ganan un sueldo de seis y siete mil pesos mensuales, lo cual ni siquiera les da para el pasaje, por lo tanto, tienen que ingeniárselas con el pluriempleo o dando clases particulares o hasta inventándose un oficio de esos que sólo sabemos inventar los dominicanos, con tal de obtener algún dinero extra y seguir sintiéndose útiles al arte que aman y que están haciendo algo por la patria, al educar artísticamente a los miles de jóvenes que a diario se sientan ante ellos en las maltrechas aulas de las escuelas de Bellas Artes a nivel nacional.
¿Cómo puede una persona catalogarse a sí mismo como "cronista de arte" sin saber nada del arte dominicano y luego decir en los medios que la lucha de los profesores y empleados del Ministerio de Cultura pudiera tener un matiz político…? ¡Cuánta ignorancia! ¿Qué les cuesta a tales individuos acudir a las escuelas de Bellas Artes a indagar lo intrínseco del asunto en cuestión, antes de emitir comentarios que, aunque pueden confundir a algunos, ante la mayoría de los dominicanos los muestran como serviles al poder o como simples ignorantes carentes hasta de imaginación? Los artistas iniciaron esta lucha hace años, pero, creyendo en palabras y hasta en documentos oficiales que les aseguraban: que ya todo estaba resuelto, que en el próximo mes les saldría el aumento, que la sala Manuel Rueda estaría funcionando antes del próximo año, que se había llegado a un consenso y obtendrían los ingresos justos, que bla, bla, bla… habían estado postergando el que su lucha llegara al extremo al que ha llegado. Hay que ser muy decente, muy educado, muy paciente y no sé cuantas cosas más, para seguir creyendo esas palabras vacías por tanto tiempo y que ahora haya que soportar las insolencias de un farandulero que pretenda encasillarlos dentro del desacreditado mundillo político dominicano. ¡Ay mi patria adorada, cuánto te quiero!
La sala Manuel Rueda, el único espacio en que las escuelas de Bellas Artes pudieran estar brindando al pueblo los frutos de sus estudios a precios populares o hasta de manera gratuita, como lo hicieron en múltiples ocasiones, está cerrada desde hace seis años. Al principio era una simpleza repararla, imagino que hoy en día ha de ser toda una proeza adecuarla para que pueda abrirse de nuevo al público. Esa ha sido una de las luchas constantes de los artistas que enseñan en las escuelas de Bellas Artes, que abran la sala Manuel Rueda, pero, tal parece que a nadie le importa que nuestro patrimonio cultural se destruya porque sí. Incluso, las escuelas de Bellas Artes diseñaron un plan que haría de la sala Manuel Rueda, además del escenario por excelencia para que nuestros alumnos en dichas escuelas y los propios profesores muestren sus obras al público, una fuente de ingresos que posibilitaría su sostenibilidad y permitiría realizar excursiones escolares con las cuales instruir a la matrícula estudiantil de nuestro pueblo acerca del arte clásico dominicano y contribuir al desarrollo de nuestro país. Presentaron dicho plan ante las autoridades correspondientes, pero, esos documentos aparentemente sólo son importantes para quienes los escriben y luego, lamentablemente, quedan archivados o tirados en algún zafacón de oficina, mientras, la sala Manuel Rueda sigue destruyéndose en la oscuridad y nuestro patrimonio cultural sin saber a dónde va. Porque cualquiera podría imaginar que por el hecho de que una persona labore como profesor en una de esas escuelas de Bellas Artes o sea miembro del Coro Nacional, ha de tener algún tipo de privilegio que les facilite el realizar una presentación en una de las salas de los diferentes teatros dominicanos. Pero no, las cosas no son así, ellos carecen de privilegios o exenciones que les facilite el llevar a cabo dicha acción, por lo tanto tienen que pagar el mismo alto costo que corresponde a los grandes empresarios artísticos, quienes al final son los únicos que pueden acceder al uso de dichos teatros, aparte de algún osado dramaturgo que hipoteque su casa o venda su automóvil para correr el riesgo de presentar una obra teatral en una nación donde la mayoría de nuestros compatriotas desconoce hasta el significado de la palabra "bambalina". A eso es lo que yo llamo: Hacer las cosas "por amor al arte".
El reclamo de nuestros artistas no es sólo por el reajuste salarial, que bien merecido tienen, es también por la reparación y puesta en funcionamiento de la sala Manuel Rueda; por el correcto acondicionamiento de las aulas de las escuelas de Bellas Artes, para que estas estén adecuadas a la labor que en ellas se desempeña; por la implementación de una ley que otorgue a las carreras impartidas en las escuelas de Bellas Artes el grado de licenciaturas, que a sus egresados les sea reconocido el nivel profesional que amerita el esfuerzo que realizan durante años para graduarse de artistas; y, para que el seguro de salud que tienen en la actualidad les cubra algo más que las atenciones mínimas en uno de los centros de salud de nuestra nación y, cuando aplica, unos tres mil pesos anuales en medicamentos recetados, que hoy en día son costosísimos y no todos pueden ser adquiridos por medio al seguro. Si nuestra cultura y nuestro arte tienen algún tipo de valor para la sociedad dominicana, entonces, la lucha de los profesores que transmiten el conocimiento de los mismos a nuestros jóvenes, debería ser la lucha de todos los dominicanos.
Los artistas y profesores de las escuelas de Bellas Artes, los mismos que hoy elevan su voz para reclamar en nombre de todos que se dignifique al arte nacional, también respaldaron la lucha por el cuatro por ciento de la educación, la lucha contra la explotación de los Haitises y a favor de la preservación de loma Miranda, porque así de dominicanos se sienten y son. Si en algo han fallado los profesores de las escuelas de Bellas Artes y los artistas clásicos dominicanos es en no haber formado hace mucho tiempo una federación nacional de artistas que agrupe a todas las asociaciones de artistas del país y gestione de manera contundente y organizada su relación con el pueblo y los estamentos estatales que manejan el presupuesto nacional, así como el Congreso de la República Dominicana, para que se formulen leyes efectivas que garanticen la protección y permanencia de nuestra cultura a través del tiempo, sobre todo ahora, que nuestra identidad navega en un mar de incertidumbres, entre culturas foráneas y el bajo nivel de profesionalidad que exhiben muchos de los espectáculos y presentaciones televisivas que dominan la palestra pública. Es el tiempo de organizar de una vez y por todas el arte clásico nacional y fundar la federación de artistas que defienda los intereses de nuestro patrimonio cultural y reúna a todos los verdaderos exponentes del arte dominicano para que se trabaje en una misma dirección y en un mismo sentido y se marque un nuevo rumbo para la identidad cultural dominicana. Es lo que más nos conviene a todos.Temas relacionados: Francisca Lachapelle y el incoherente Ministro de Cultura; La marcha de los artistas al palacio presidencial.
Gracias por tan atinado y certero comentario.
ResponderEliminarEsta lucha es también mi causa y la de todo el que se sienta orgulloso de la nacionalidad dominicana. Es hora de que el arte dominicano adquiera el prestigio y respeto que se ha ganado en buena lid.
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