23 de agosto de 2020

Conductas desadaptadas.

El ser humano posee una enorme capacidad de adaptarse a los cambios, inclusive si no está preparado para los mismos o si no los desea… simplemente puede adaptarse a lo que sea. Ese poder de adaptación es lo que permite al hombre vivir en países con climas diferentes al de su país de origen, realizar labores que no conocía previamente, relacionarse con personas de cultura distintas a la suya, Etc. Pero, cuando una persona se muestra incapaz de asimilar los cambios, no respeta las reglas, o incurre en violaciones constantes a la ética y a los buenos modales, posiblemente necesita ayuda para adaptar su conducta a su nueva realidad. Las conductas desadaptadas se muestran en personas que insisten con sus acciones en llevar la contraria a lo que sucede en su entorno, por lo regular ellos mismos sienten que no encajan en dicho ambiente y llegan a causar incomodidades a los demás. Veamos unos ejemplos: Un niño que asiste a la escuela y se resiste a participar de las actividades y muestra total desinterés por realizar las tareas asignadas a él y sus compañeros, tampoco muestra interés en compartir con otros niños y prefiere mantenerse aislado o en ocasiones causar perturbaciones en el ambiente. Otro ejemplo es el de una persona que obtiene un nuevo empleo y no logra ajustarse a las normas establecidas, se muestra renuente a llegar puntualmente o cumplir con sus responsabilidades. Por lo regular incurre en conductas que son rechazadas por los demás y puede tener agravantes como las adicciones.

19 de agosto de 2020

Temperamento: ¿Aprendido o Heredado?

La mayoría de los pensadores del ámbito psicológico coincide en señalar que el temperamento de una persona es genético, es decir, que lo hereda de sus ancestros, aunque eso no está del todo probado y más bien se basa en observaciones de conductas, regularmente realizadas en entornos controlados, y en las consecuentes interpretaciones que de las mismas realizan los estudiosos del tema. En las primeras semanas de vida el bebé tenderá a imitar todos los gestos que percibe su vista: abrir la boca, sacar la lengua, Etc., imitación refleja que luego desaparecerá para regresar en unos cuantos meses de una forma voluntaria. El llanto y la respuesta de los adultos al oírlo es la primera interacción social del bebé con los demás seres humanos que lo cuidan, dentro de seis semanas comenzará a sonreír y a conquistar el mundo con su sonrisa. De este tipo de observación se deduce que cada bebé tiene su propio temperamento, y aunque la ciencia todavía no asegura de cuánto de ese temperamento se debe al medio ambiente vivido en su etapa prenatal o cuánto obedece a rasgos genéticos heredados de sus ancestros, lo que sí está claro es que por lo regular tendrán el mismo temperamento durante los primeros ocho a diez años de vida, ya sean tímidos, sociables, inquietos o tranquilos, muchos estudios verifican que el temperamento exhibido por los bebés formará parte de los primeros signos de personalidad en su temperamento. Claro que dicha conducta puede ser modificada dependiendo el trato que reciban de sus cuidadores: la delicadeza, paciencia, dulzura y cariño pueden lograr que el bebé más incómodo se vuelva cariñoso y dulce pues posee la capacidad de aprender conductas que se le enseñan. Lo cierto es que la experiencia y el aprendizaje ocupan roles de importancia en lo referente a la personalidad del individuo, incluido su temperamento, y eso es algo que no puede negarse.

11 de agosto de 2020

Flexibilidad de carácter.

Poseer un carácter flexible dista mucho de ser una cualidad inherente a un individuo en particular, lo justo es afirmar que es algo que puede y debe ser aprendido por todo aquel a quien le importe cuidar su salud mental. Sí, porque una de las características que se encuentra presente en las personas que sufren trastornos mentales, especialmente aquellos que afectan la personalidad del individuo, es la inflexibilidad. ¿Y eso qué significa? La inflexibilidad en la conducta de una persona se manifiesta mediante el encierro mental e intransigencia ante las situaciones del diario vivir. Un conductor que grita improperios a todo aquel que se atraviesa en su camino, un individuo que se niega a hacer la fila en el banco y demanda ser atendido primero que a los demás, un padre o madre que castiga a sus hijos por nimiedades, la señora que se lamenta constantemente: si llueve, si hace sol, si el viento sopla… Todos estos ejemplos son candidatos a ser tildados de inflexibles, una inflexibilidad que aprendieron sabrá Dios cuándo, probablemente en la infancia, y que de tanto repetirla se transformó en un hábito que ellos mismos consideran normal. Lo ideal es aprender a ser flexible, a negociar con la vida, a reírse de esas sandeces que ocurren por doquier y sobre todo disfrutar la vida cada vez que puedas. Así se aprende y se desarrolla un carácter adornado por la flexibilidad.

6 de agosto de 2020

Cambios conductuales anormales en la adolescencia.

En la sociedad moderna es común encontrar familias que piensan en concederle a los hijos adolescentes un tipo de libertad para actuar y decidir que suele acarrear consecuencias indeseables si no se toman precauciones al respecto. Aunque siempre es conveniente confiar y demostrar confianza a los hijos, sobre todo cuando estos alcanzan la pubertad y llega el tiempo en que deben salir por ellos mismos a cumplir asignaciones escolares o universitarias, su primer empleo, compartir con sus amigos, Etc. Lo que debemos mantener presentes es que ellos todavía carecen de la experiencia y sabiduría necesaria para descuidarlos y permitir que tomen el rumbo de sus vidas sin la orientación adecuada. No todos los padres tienen el tiempo para participar en todas las actividades de sus hijos, tampoco todos poseen los recursos para asignarle un tutor especializado en cada área de la vida, pero todos sin excepción podemos aprender a vigilar las conductas de nuestros vástagos sin pecar de controladores. Existen algunas señales que no debemos obviar si se presentan en forma de cambios conductuales de los jóvenes cuando salen a conocer la vida por ellos mismos y sin nuestra compañía: El parecer perturbado o asustado. Evitar el contacto visual o no hablar sobre sus experiencias del modo acostumbrado. Mostrarse inquieto, tímido, deprimido o retraído. Manifestar inseguridad o baja autoestima. Presentar problemas para dormir. Cambiar repentinamente de estado de ánimo o humor. Alteración de sus patrones alimenticios. Si cualquiera de estas señales se presenta en la conducta de los adolescentes, lo lógico y normal es que observemos detenidamente la frecuencia con que ocurren y si están acompañadas de otras señales aquí compartidas o aun de otras que no hemos mencionado pero que usted como padre o madre sabe que no se corresponde con el accionar de su hijo o hija. Siéntese a conversar calmadamente con él o ella, sin exigencias ni reclamos, sino con calma y tranquilidad, exprésele abiertamente lo que ha observado e indague qué puede estar molestando al adolescente. A menudo una conversación de padres a hijos es suficiente para mantener una excelente comunicación y evitar situaciones molestas futuras. Si no logra obtener resultados y le preocupa lo que está observando en la conducta de uno de sus hijos, quizás es tiempo de consultar un profesional de la conducta para recibir una orientación más adecuada. Mantengamos presente que los jóvenes necesitan apoyo, compañía y orientación.