27 de diciembre de 2014

Epicuro de Samos y el epicureísmo.


Epicuro de Samos (341-270 A.C.) fue un filósofo griego de la era helénica. Fundó la escuela El Jardín, cuna del epicureísmo como doctrina filosófica, alrededor del año 307 A.C. Fue el primer filósofo que aceptó a las mujeres como alumnas de su escuela como parte de la regla y no como una excepción. También admitió a los esclavos como miembros de la misma, propugnando la igualdad entre los hombres. La doctrina epicureísta creía en el placer, la tranquilidad  y la felicidad por encima de todas las cosas. Para los epicureístas el hombre debía evitar el dolor, el miedo  y el sufrimiento, buscando disfrutar una vida plena y feliz, cultivando la amistad, la libertad y una vida basada en el análisis de las cosas, pues consideraban que el conocimiento pleno del funcionamiento de todo lo que compone el mundo era la manera de obtener la paz de vida a la que todo hombre debía aspirar para ser feliz. También creían en llevar una vida simple y moderada y que debían hacer lo posible para que su felicidad y tranquilidad fuera transmitida a todos sus semejantes. Argumentaban que los dioses, creadores de la tierra y el universo, no se inmiscuían en la vida de los hombres sino que los observaban desde la bóveda celestial y que cada hombre era responsable de su propia existencia. Para ellos Dios no podía ser parte de este plano material en que vive el hombre, porque de lo contrario el mundo no tendría tantos males. Su filosofía se basaba en la teoría de que la distinción moral entre lo bueno y lo malo era determinado por el placer y el dolor: “lo que es bueno es lo que es placentero y lo que es malo es doloroso”; y que el razonamiento moral era una cuestión de cálculos entre los beneficios y costos del placer y el dolor. Erróneamente, algunos piensan que los epicúreos abogaban por la búsqueda desenfrenada del placer, pero su objetivo principal era la ausencia del dolor y del sufrimiento, pues consideraban que cuando el hombre no tiene dolor alcanza un estado de paz mental perfecto, al que los griegos denominaban ataraxia, y la necesidad del placer dejaba de existir, lo cual constituía el fin último de la existencia humana. Advertían que había que evitar los excesos, ya que estos a menudo llevan al dolor, y que el hombre debía minimizar los daños y maximizar su felicidad y la de los demás.  La escuela epicureísta funcionaba como una comunidad de amigos que vivían en armonía, sin embargo tenían principios básicos sobre los cuales sus miembros debían jurar, y entre ellos existía un sistema jerárquico de niveles. Su influencia en la filosofía helenística fue tal, que durante mucho tiempo se desarrolló de manera creciente en toda Grecia, teniendo como competencia al estoicismo, hasta que ambas doctrinas fueron en declive con el crecimiento del cristianismo. La Biblia habla de cómo el apóstol Pablo predicaba el cristianismo en la plaza mayor de Atenas y disputaba con filósofos epicúreos y estoicos, anunciando las Buenas nuevas de Jesús y la resurrección, lo cual motivó que los filósofos griegos llevaran a Pablo al Areópago para que explicara lo que para ellos era una nueva doctrina, a lo que Pablo les señaló que el altar que entre sus monumentos ellos destinaban “AL DIOS NO CONOCIDO” se refería a Dios, creador del mundo y de todas las cosas que hay en él (Hechos 17:16-34).
Un factor determinante para que el epicureísmo sucumbiera ante el cristianismo fue la conversión del emperador romano Constantino (272-337) a la doctrina cristiana, ya que este promulgó leyes que designaban al cristianismo como la religión oficial en el imperio romano (año 313 D.C.) y declaraban al epicureísmo como incompatible con la fe cristiana. Hubo de pasar mucho tiempo antes de que este movimiento filosófico volviera a ser rescatado por sus adeptos.
La historia registra a diversos personajes que se han declarado como seguidores del epicureísmo, entre ellos están: Lucrecio (94-55 A.C.); Pierre Gassendi (1592-1655);Thomas Jefferson (1743-1826);Jeremy Bentham (1748-1832); John Locke (1632-1704); John Stuart Mill (1806-1873); Karl Marx (1818-1883); y Friedrich Nietzsche (1844-1900).
El principal propagador del epicureísmo fue su alumno Metrodorus de Lampsacus (331-277 A.C.) quien adquirió fama por la divulgación que realizó de dicha doctrina. Luego de la muerte de Epicuro, las escuelas de enseñanza de la doctrina epicureísta siguieron creciendo en toda Grecia y en diferentes países del mundo antiguo por alrededor de 400 años. Epicuro ha sido catalogado como un filósofo materialista, empirista, atomista y hedonista, quien tuvo un papel importante en el desarrollo de la ciencia y el método científico, puesto que no creía en nada que no pudiera ser probado mediante la observación directa y la deducción lógica. A pesar de haberse considerado a sí mismo como autodidacta, estudió bajo la tutela de Nausiphanes por algún tiempo durante su juventud, y muchos entienden que recibió una marcada influencia de la doctrina de Demócrito, filósofo griego de la era presocrática, quien habló del atomismo mucho antes del epicureísmo.
Epicuro de Samos vivió acorde a la doctrina que profesaba. Su casa era simple, poseía la ropa básica y su dieta se limitaba al consumo de verduras, pan, aceitunas y agua. Aún durante el tiempo de sus padecimientos renales y otras complicaciones de salud siempre conservó su actitud tranquila y alegre, sin demostrar preocupación alguna, actitud que conservó hasta el día de su muerte.

12 de diciembre de 2014

Ignorancia... mal contra la humanidad.


Si hay algo peor que la ignorancia, es la ignorancia que no reconoce lo que ignora.

Cuando una persona sabe que ignora algo, pregunta, indaga e investiga hasta encontrar la verdad. Cuando una persona desconoce su ignorancia, hasta sus palabras más educadas suenan confusas y extraviadas.

Ignorar no es un pecado, tampoco es un delito. No querer erradicar la ignorancia de la humanidad sí es una actitud pecadoramente criminal.

La ignorancia es el alimento de aquellos que no han aprendido a vivir la vida plenamente.