27 de septiembre de 2013

Dime con quien andas y...

Los amigos pueden ser considerados como algunas de las piezas más importantes en el rompecabezas que representa la vida de un ser humano. El conjunto de nuestros amigos es también nuestro equipo personal con el cual salimos al terreno de juego cada día. Estas cosas hay que tomarlas muy en cuenta para nuestro diario vivir.

Por lo general elegimos a nuestros amigos entre las personas que tienen cierta afinidad con nuestros intereses y gustos personales. Casi siempre preferimos intimar con aquellos que nos despiertan una especie de sentimiento fraternal… porque los amigos son los hermanos que nuestros padres no engendraron. Esto sin contar que muchos de nosotros tenemos en nuestros padres y hermanos biológicos a nuestros mejores amigos, eso sí es una bendición, pero no ocurre todo el tiempo. Lo que sí sucede a menudo es que nos identificamos con personas en quienes depositamos confianza y regalamos a estos nuestras mejores horas y les damos el sentimiento más puro que emana de nuestros corazones. Por eso es importante que sepamos elegir a nuestros amigos. "Dime con quien andas y te diré quien eres", "El que anda con cojo al año cojea" y "¿Andarán dos juntos si no estuvieren de acuerdo? (Amós 3:3)". Estos tres sabios enunciados nos dan a entender que nuestros amigos llegan a formar parte demasiado cercana de nuestro propio ser. Si amas tu propia existencia, entonces piensa bien acerca del tipo de persona a quien seleccionas para que sea tu amigo. Usa tu mente, tu corazón y sobre todo… apóyate en la palabra de Dios. Muchas circunstancias de tu vida dependerán de esa delicada decisión.

4 de septiembre de 2013

El Teatro a los pies de Cristo.

El poderoso imperio romano dominaba absolutamente todo en las regiones aledañas a Judea. Los tributos que debían pagar los judíos al César (Mateo 22:16-21) mantenían oprimidos a los hombres y mujeres menos privilegiados de toda esa región y por si fuera poco tenían la Ley de Moisés, interpretada a su manera por los fariseos (Mateo 23:2-4) y saduceos que representaban la supuesta teocracia que caracterizaba la forma de vivir de los descendientes de Abraham. Herodes, rey de Judea en tiempos del nacimiento de Jesús (Mateo 2:1), impuesto por los romanos al pueblo israelí, provenía del linaje de los edomitas, descendientes de Esaú, razón suficiente para que el pueblo judío considerara una ignominia el hecho que un extranjero fuera su rey. Sumado a la matanza de niños inocentes que Herodes había llevado a cabo en procura de matar a Jesús (Mateo 2:16)… era más de lo que un pueblo tan orgulloso como Israel podía soportar: Más de seis décadas de dominio romano; un procurador, Poncio Pilato, al servicio del imperio y sobre quien reposaba la ejecución de las leyes; hambre, plagas y el desconsuelo de un pueblo que veía cada día como sus esperanzas se perdían en el vacío de aquel panorama tan desolador.

Así se mostraba el ámbito donde Jesús nació, creció y, ya de adulto, puso en marcha su ministerio de predicación del evangelio acerca del reino de Dios. Era de esperarse que muchos, al escuchar acerca de la llegada del Mesías, pensaran que serían librados del yugo romano, que todas las cosas cambiarían de repente y encontrarían reconciliación con el Dios de sus antepasados. Muertos fueron resucitados, paralíticos se ponían de pie y caminaban, leprosos eran sanados, ciegos que veían, demonios expulsados y la multitud que seguía al Salvador (Lucas 7:21-22; Juan 6:2). Una multitud tan grande que preocupaba excesivamente a los principales de las iglesias que controlaban la religiosidad impuesta     al pueblo en el nombre de Dios. Aquellos milagros fueron muestras de misericordia del Mesías. No eran las señales que pedía la generación adúltera de fariseos y saduceos (Mateo 16:4), tampoco una necesidad del Señor por mostrar su poder. Aquellos milagros manifestaban el amor de Dios para con sus hijos, la salvación dada por gracia a todo aquel que reconocía en Jesús al cordero de Dios que profetizaban las escrituras (Isaías 53:7) y se rendían ante sus pies como muestra de adoración. Una muestra indeleble del amor de Dios.

Hoy en día, más de dos mil años después de la llegada del Mesías, quedan criaturas en el mundo a quienes no ha llegado el anuncio de las Buenas Nuevas, aún quedan personas que no han tenido la oportunidad de conocer a Jesús resucitado e ignoran el sacrificio de su sangre derramada en la cruz para inutilizar cualquier sacrificio posterior, porque todo quedó consumado en la cruz del calvario (Juan 19:30). La gran comisión nos fue encomendada (Mateo 28:18-20), los que conocemos el amor de Cristo para su pueblo sabemos que sigue siendo una muestra de su amor el concederles a todos los que en él creen, la oportunidad de alcanzar la salvación mediante el perdón de los pecados y la seguridad de la vida eterna (Juan 3:15-16 y 36).

La dramaturga y actriz dominicana Soraya Guillén ha puesto su talento a las órdenes del Creador. Llevará, entre el 12 y el 15 de septiembre, el poder de la predicación al Teatro Monina Solá. Serán cuatro funciones en días seguidos que dejarán plasmadas huellas en los espectadores de cada una de ellas, porque la palabra de Dios nunca regresa vacía de ningún lugar a donde es dirigida. La hora convenida es las 7:00 PM, usted tiene una cita especial con la palabra de Dios en la obra teatral: "Hoy he tocado su manto", de Soraya Guillén. Los milagros de Cristo nunca se han detenido, es asunto nuestro que toda criatura se entere del camino que conduce a la única verdad que tiene esta vida… el amor del Creador.

 

Temas relacionados: Escudo y adarga; verdad de Dios; Hoy he tocado su manto; Yo soy la zarza; Ruth la moabita; ¿En verdad existe Dios?; Una mujer llamada Esther; Dominicanos, el pueblo de Dios.

 

 

 

2 de septiembre de 2013

Un gozo incomparable.

La felicidad en el mundo material es un estado de ánimo que se adquiere cuando las circunstancias son favorables al ser humano. A los hombres nos hace felices el alcanzar metas: obtener un título universitario, comprar un auto nuevo, adquirir una casa, etc. También nos hace felices recibir buenas noticias y percibir emociones satisfactorias: un regalo inesperado, volver a ver a un viejo amigo, el nacimiento de un hijo, sentirse enamorado… la lista abarcaría páginas enteras. Es que la felicidad para el hombre está condicionada a situaciones y circustancias externas que muchas veces ni siquiera dependen de sus propias fuerzas. Hay una manera especial de sentirse feliz, es cuando recibimos el gozo de sentirnos amados por el creador, es algo increíblemente indescriptible.

Cuando tenemos en nosotros el gozo que el Señor nos concede por su gracia nos colocamos por encima de las circunstancias y experimentamos el bienestar que produce el estar en comunión con Dios. Con eso nada puede compararse.