11 de noviembre de 2020

Hermanos… pero individuales.

Sucedieron cuatro eventos de gran trascendencia en el capítulo 20 del libro de Números: la muerte de María, hermana de Moisés  y Aarón, primera profetisa en la Biblia; Moisés y Aarón fueron incrédulos ante Dios al no creer que sacarían agua de la roca en Meriba, y al mismo tiempo Moisés desobedeció al golpear la roca cuando sólo debía hablarle ; El rey de Edom negó el paso a los israelistas a pesar de que todos ellos, edomitas e israelistas, son descendientes de Abraham, hijos de Isaac; y por último la muerte de Aarón en el monte Hor, lugar donde Eleazar fue consagrado como su sucesor. Estos cuatro acontecimientos envuelven la muerte de los dos hermanos de Moisés, una al principio y el otro al final del capítulo, envuelven también desobediencia, incredulidad, negación de los edomitas a sus hermanos israelistas… me hacen reflexionar. 

Es un asunto de hermandad: Moisés se quedó sin hermanos vivos, el conflicto con los edomitas proviene desde los tiempos en que Jacob usurpó el lugar de su hermano Esaú recibiendo la bendición de su padre Isaac como hijo primogénito, y los dos hermanos se portaron de manera incrédula a pesar de haber visto ellos dos tantas maravillas que Dios les había dado al pueblo de Israel. Los hermanos pueden vivir armoniosamente unidos y ser mejores amigos; pueden sentir envidia por su hermano y convertirse en rivales; pueden confabularse para lo bueno y para lo malo y acogerse a la consecuencia de sus actos… pero al final, aunque sean hermanos, un día serán separados. ¡La salvación es individual!

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