15 de septiembre de 2012

El poder de hacer el bien.

Génesis 4:7. "Si bien hicieres ¿no serás enaltecido?, y si no hicieres bien, el pecado está a la puerta; con todo esto, a ti será su deseo y tú te enseñorearás de él."

En este pasaje bíblico, tomado del libro de Génesis, existen tres puntos que consideraremos a continuación: el primer punto es acerca de hacer el bien: "Si bien hicieres ¿no serás enaltecido? Y si no hicieres bien, el pecado está a la puerta… " Vemos claramente que el hecho de hacer el bien nos hace merecedores de ser enaltecidos, es decir premiados, elevados a un nivel superior. Del otro lado,  cuando no lo hacemos, el pecado acude sin demora a nosotros, se pone a la puerta, listo para tentarnos. El asunto aquí es que ni siquiera hace falta que hagamos el mal para que el pecado esté a nuestra puerta, simplemente basta con que no hagamos el bien. Me explico: Algo simple, vemos a una persona de edad avanzada cargando un bulto pesado mientras sube las escaleras del edificio en el cual reside. Hacer el bien es ofrecer nuestra ayuda desinteresada a esta persona mayor y si la persona lo acepta entonces cargamos el bulto hasta su casa. ¡Hemos hecho bien a nuestro semejante! En cambio, si vemos la misma escena y pasamos por el lado de esta persona mayor sin ofrecer nuestra ayuda, sin remordimiento de conciencia, incluso sin llegar a pensar que estamos haciendo algo malo (porque para la mayoría de las personas no es malo el no ofrecer ayuda a quien puede necesitarlo, piensan que es algo así como mantenerse neutral e indiferente.), pero, según el pasaje bíblico que aquí estudiamos, el pecado se siente atraído hacia los que no hacen el bien, aunque tampoco tengan la intención explícita de hacer el mal.

El segundo punto es acerca del pecado que se pone a la puerta. Escudriñar la palabra es adentrarnos en todos y cada uno de los detalles que esta nos ofrece, y en este caso la palabra nos dice que cuando obviamos el hacer el bien el pecado se pone a la puerta. No nos dice que entra a nuestras vidas sino que se pone a la puerta. Hay un detalle, el uso del artículo determinado en singular "la" al referirse a la puerta, nos dice que se trata de una puerta, no de dos, no de varias sino de una puerta que ya conocemos. Cuando usamos un artículo determinado se entiende que nuestro interlocutor sabe a ciencia cierta a cual objeto nos estamos refiriendo. En este caso en particular la palabra nos habla de nuestra puerta espiritual. Así mismo, la misma puerta por donde entran las bendiciones, las buenas noticias, la dicha, la alegría, todo lo que nos llega desde el plano espiritual y que inevitablemente habrá de manifestarse en el plano físico o material. El pecado se pone a nuestro lado cada vez que obviamos hacer el bien, se pone al acecho de nuestros movimientos y atento a todo lo que decimos. No es cuestión de cerrar la puerta o dejarla abierta, porque el pecado seguirá pendiente de usted, es asunto de alejarlo de una vez y por todas, es cuestión de hacer el bien. Esto nos conduce al tercer punto de este estudio.

Se trata de la última parte del versículo bíblico que aquí tratamos: "Con todo esto, a ti será su deseo, y tú te enseñorearás de él." Lo que podemos ver con claridad es que, debido a la proximidad del pecado a nuestra puerta espiritual y como consecuencia de haber obviado hacer el bien cuando tuvimos la oportunidad de hacerlo, el pecado estará deseoso de hacernos partícipes de sus funestas andanzas, de provocarnos al mal, de hacernos pecar. Es por eso que se pone a la puerta, pero es también ese mismo deseo que tiene de contaminar nuestras vidas lo que lo pone a nuestra merced. Cuando el deseo de poseer algo u obtener tal o cual cosa es tan grande que no permite ver más allá del objeto deseado, pueden pasar inadvertidas muchas otras situaciones a nuestro alrededor. En el mismo instante en que aprovechemos nuestra próxima oportunidad de hacer el bien, o mejor aún, cuando podemos dar marcha atrás y hacer el bien que antes no hicimos, desde ese mismo momento somos enaltecidos y por consiguiente alejados del pecado. Porque el pecado no puede habitar donde el bien impera.

Por cierto, las palabras en este versículo las dice el Creador a Caín cuando este empezó a sentir resentimiento hacia su hermano Abel. Al final, aunque el mismo Dios advirtió a Caín acerca de la proximidad del pecado, este terminó asesinando a su propio hermano de padre y madre. Un corazón rodeado de la maldad del pecado no escucha ni al mismo Dios. ¿Lo entendió?.

Conclusión: 1º- Hacer el bien nos enaltece y no hacerlo nos aproxima al pecado; 2º-Cuando no haces el bien el pecado se pone a la puerta de tu espíritu, no a una puerta cualquiera sino a tu puerta; y 3º- No te conformes con cerrar la puerta al pecado ¡Aniquílalo!, una manera eficaz de lograrlo es simplemente haciendo el bien.

¡Haz bien sin mirar a quien!.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Si posees inteligencia...¡dime lo que piensas!