Cualquiera no sabe lo que una medalla de oro en las olimpiadas puede significar para una nación en particular. Lo digo por experiencia propia. República Dominicana ha estado viviendo uno de los tiempos más caóticos de toda su historia, los alimentos de mayor consumo en nuestra población parecen alpinistas escalando alturas insospechadas hace unos años, lo mismo ocurre con todo tipo de combustible, los noticieros de la televisión parecen cuentos de teror y para colmo de males… sí, para colmo de males, tenemos que soportar la desfachatez de un presidente saliente que intenta disfrazar su complejo de inferioridad y ocultar lo desastroso de sus ocho años de gobierno haciendo inauguraciones de obras inconclusas sólo para salir en la prensa y al final ni siquiera ponen a trabajar los hospitales que inauguran.
Es en medio de todo este desaliento que los dominicanos, luego de esperar sin resultados nuestras otras esperanzas de obtener medallas, podemos saborear el triunfo gracias a las poderosas piernas de Félix Supermán Sánchez. Medalla que tiene sabor a gloria.
La capital dominicana se estremeció por completo la tarde del seis de agosto cuando Félix Sánchez cruzó la meta. Un solo estruendo se escuchó en los barrios,los dominicanos se abrazaban a sus compatriotas con júbilo extremo… Félix Sánchez ganó oro en Londres y con él todos los dominicanos ganamos.
Risas y lágrimas de emoción llenaron a mi pueblo de sentimientos increíbles que sirvieron de catarsis mediante la cual liberar tanta desesperanza y volver a confiar en nosotros mismos como pueblo, como ganadores, como hombres y mujeres valientes que no temen a nada y que confían en Dios para alcanzar nuestros más grandes triunfos.
Como si le faltara alguna decoración al pastel de nuestra celebración llega un muchachito de Monte Plata llamado Luguelín Santos a regalarnos otra medalla en los 400 metros . Medalla de plata que viene a decirnos que tenemos otro campeón listo y dispuesto a mantener viva la llama que Pedro Julio Nolasco encendió en Los Ángeles 1984, la misma que Félix Sánchez elevó a su máxima expresión en Atenas 2004, que luego Félix Díaz y Gabriel Mercedes avivaron a fuerza de puños y patadas en Beijing 2008 y que en el 2012 Félix Sánchez otra vez y Luguelín Santos, en su primera olimpiada, mantienen encendida con los colores de nuestra bandera tricolor.
El creador del cielo y la tierra quiere mucho a los dominicanos, por eso nos consiente tanto. Somos un pueblo especial y eso se siente donde quiera que pisa un dominicano. Somos alegres, optimistas, solidarios y hospitalarios. También somos campeones de la vida y sabemos dar al mal tiempo nuestra mejor sonrisa. Somos un pueblo que nunca se rinde, somos República Dominicana y estamos de fiesta saboreando nuestro triunfo… nuestras medallas con sabor a gloria.
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