Hace un tiempo recibí en mi casa la visita de uno de mis amigos e iniciamos una plática que duró casi dos horas. Como siempre, el tema de la música salió a relucir dentro de nuestra conversación e inevitablemente vino la comparación de la música moderna con la de los años ochenta. Mi amigo contó la anécdota que vivió con su hija adolescente unas semanas atrás mientras se encontraban en un centro comercial capitalino. Su hija le dijo "Ay papi, mira a Mozart La Para ," a lo que mi amigo replicó "¿y quién es Mozart Lapara ?."Acto seguido su hija procedió a entonar las letras de unas canciones que no fueron del total agrado de mi amigo. Esto es algo que pasa todos los días en nuestra sociedad, a muchos padres no les agrada lo que sus hijos escuchan actualmente. Cuando mi amigo me narró lo acontecido y lo hizo en tono de desaprobación, me vi precisado a recordarle que nosotros también escuchamos a la Cocoband hace veinte años y que en aquellos tiempos llamar "diabla" a una mujer, incitarle a que se suba más la faldita o decir que su diabla se menea más que el diablo, no eran precisamente temas muy cristianos. Fue cuando todo empezó a cambiar.
Otra amiga me contó que llevó a su hija de 17 años a una fiesta y tuvo que salir al patio y permanecer allí para no desmayarse o verse obligada a sacar a su niña de la pista de baile. Este tipo de cosas es más fácil contarlas que vivirlas pero debemos aceptar las cosas tal y como son. El mundo sigue cambiando.
Por lo regular los padres adoptan una de estas dos actitudes ante lo perturbador que resulta el contenido de la música que escuchan nuestros jóvenes: o se escandalizan y la prohiben terminantemente o simplemente se hacen de la vista gorda para no pelearse con sus hijos. Yo pienso que ninguna de las dos es la manera correcta de afrontar ese tipo de situación. Realmente la música es siempre una buena oportunidad para educar y no debemos desperdiciarla.
Lo primero que debemos hacer es sentarnos a escuchar la música que nuestros hijos, sobrinos o nietos escuchan. Debemos ir preparados para no alarmarnos y, luego de cada tema, podremos sostener una conversación interactiva con nuestro anfitrión musical para que ese joven entienda con claridad que es lo que él o ella está escuchando y promoviendo. Se sorprenderá de los resultados. Muchos de los jóvenes modernos ni siquiera están de acuerdo con lo que varios de esos artistas dicen en sus canciones, lo que sucede es que la juventud no tiene tiempo para detenerse a escuchar, sólo quieren divertirse, bailar, brincar y estar a la moda. ¿Le recuerda eso a alguien?
Lo segundo es actualizarse. Cierta amiga cristiana tenía en su celular la canción de Villano Sanz "Yo tenía un sapito." Ella podía haber jurado que esa canción era la misma canción infantil que escuchábamos hace un cuarto de siglo. Procedí a desmenuzarle el contenido de la canción y cuando entendió que el jarrito que le cambiaron a Villano por un jarro no era lo que ella pensaba, borró la canción y se mostró alarmada. Dijo que no escucharía más esa música de ahora. En realidad no todos los intérpretes de música moderna cantan vulgaridades o dobles sentidos, muchos de ellos tienen canciones sanas y jocosas, es cuestión de prestar atención y conocer a esos artistas de la actualidad. Para que después no digan como dijo otra amiga que "Préndelo, préndelo…" se refiere al motor del abuelo del Chief. Pudiera haber sido así si luego no dijera que va a prender su bate, y no está hablando de jugar pelota sino del consumo de Cannabis Sativa, o dicho popularmente, de la marihuana. Si no actualizamos nuestro lenguaje con el de la juventud nos será muy difícil saber cuales canciones aprobar y cuales rechazar e incurriremos en el error de catalogar a todo el género como una total perversión.
Exijamos autoridades competentes. Doña Zayda Ginebra de Lovatón se hizo tan famosa en la sociedad dominicana de los ochenta que el mismo Johnny Ventura y los Gitanos de Tony Seval escribieron e interpretaron merengues dirigidos a ella, aunque indirectamente, en los cuales mencionaban su nombre y hacían alusión a su afán de prohibición de canciones mientras estuvo al frente de la Comisión de Espectáculos Públicos y Radiofonía. Es que doña Zayda no relajaba con eso. Tema que se pasaba un centímetro de lo que ella consideraba decente y ético, tema que era prohibido. Algunas veces hasta parecía excederse pero gracias a ella todavía hoy la gente admira y disfruta la música merenguera de los años ochenta y la califica como música hermosa y agradable al oído. Es nuestro deber exigir que nuestras autoridades trabajen a favor de la decencia en las letras de la música que escuchamos en la radio y la televisión. Si no lo hacemos luego no tenemos derecho a quejarnos.
Comparta su música con los jóvenes de su familia. Seguro que todos nosotros recordamos aquellas canciones que nuestros padres escuchaban cuando éramos niños. En aquel entonces el aparato de música era controlado por los grandes, pero aún si tenemos que pedirle a nuestros hijos que nos busquen en Youtube temas como: Primavera de Rasputín, El príncipe de Andrés de Jesús, Chepe de el Gran Comprés, Faltaste a la cita de Nnando Galán, entre muchos temas hermosos de nuestro tiempo y aún nos vamos más atrás a las canciones de nuestros padres, les aseguro que nuestros muchachos la pasarán bien riendo a nuestro lado y escuchando lo que tenemos que contar de aquellos tiempos. Si usted escucha la música de ellos pues ellos también estarán dispuestos a escuchar la música de su tiempo. Créalo porque es así.
Diviértase con la juventud. Le ayudará a sentirse joven todo el tiempo y ellos aprenderán de usted. Y prepárese, puede ser que tenga que explicar algunos temas como: Titiguay de Rasputín, el Jarro pichao de Wilfrido Vargas, el Cuabero de Johnny Ventura y ni hablar de Blas Durán. A lo mejor no sólo enseñamos sino que terminamos aprendiendo con nuestros jóvenes.
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