9 de febrero de 2013

Cultura musical dominicana moderna.

La primera vez que fui testigo de lo que hoy se denomina música urbana me pareció un chiste de mal gusto y nada más.fue a mediado de los ochenta, en Villa Juana, específicamente en la calle Peña Batlle. Un grupo formado por cuarenta jóvenes de entre catorce hasta cerca de los treinta años de edad que avanzaba cantando vulgaridades al son de tambores, cencerros, y redoblantes, mientras exhibían una coreografía impecable que denotaba maestría y permitía adivinar que aquello era fruto de muchas horas de ensayo. Muchos de esos jóvenes andaban descalzos, otros sin camisas o con ropa en muy mal estado.entonces yo empezaba a conocer la vida, y ver todo aquello de verdad me sorprendía.

Luego de algunos minutos de aquel sorpresivo espectáculo que interrumpía el normal desenvolvimiento del tránsito, indagué que aquel grupo se llamaba "Alí Babá y los cuarenta ladrones." Sí, justo como aquella obra clásica de la literatura árabe.

Algunos sonreían ante el paso de los jóvenes pero la mayoría reprobaba el lenguaje obsceno de sus canciones y lo insinuante de sus movimientos. Yo simplemente quise explicarme aquello: jóvenes con poca o ninguna educación, carentes de otro tipo de entretenimiento cultural o deportivo, personas de un extracto social muy bajo, individuos con talento artístico desaprovechado cuya manifestación de incultura nunca pasaría de ser lo que mis ojos acababan de ver… un chiste de mal gusto. En eso último me equivoqué enormemente.

Hoy en día encendemos el televisor y observamos como nuestros más respetados locutores y presentadores anuncian con bombos y platillos a los representantes modernos de lo que hace más de veinte años yo entendía que se trataba de una muestra de incultura. Hoy son presentados al público nacional e internacional con etiqueta de estrellas del arte dominicano.

Estas "estrellas"no andan descalzos ni descamisados. Por el contrario, se jactan de vestir ropa exclusiva y costosa mientras adornan sus cuellos y muñecas con joyas y relojes de marca conocida y precios alarmantes. Lo único que no ha mejorado es el lenguaje. Algunos de estos cantantes urbanos utilizan un lenguaje tan insultante que dejan al plebe de Blas Durán convertido en monaguillo.

Y una voz en mi interior quiere gritar al mundo que "eso" no somos los dominicanos pero entonces se impone la realidad que me recuerda que vivo en un país donde más de tres millones de personas vive en extrema pobreza, que el 30%. De nuestra población no tiene acceso a educación formal apropiada mucho menos a una cultura que permita desarrollar sus potencialidades y talentos, que más de dos millones de analfabetos residen en la patria de Duarte sin mayor esperanza que la de poder encontrar cada día la forma de no acostarse sin cenar. Sí… esta es nuestra realidad.

Y los productores de televisión sucumben a la tentación de presentarlos en sus espacios televisivos porque ellos representan a un muy amplio segmento de la población dominicana. Un segmento que hace un ruido incontenible, que ha impuesto su incultura de forma tan agresiva que ya es parte de nuestra cultura moderna y el programa que no los presenta se arriesga a perder el codiciado rating. Y después de todo la televisión y la radio es un negocio, y para los negocios lo importante es hacer dinero. Lo peor del caso es que aún los jóvenes que sí poseen educación, aceptan y aprueban como bueno y válido el producto que la sociedad les vende, aunque huela rancio, siempre y cuando esté cubierto de joyas y ropa costosas. ¡Bienvenidos a la modernidad!

Se me ocurre pensar que quizás todavía tenemos la oportunidad de recuperar nuestra identidad cultural de la cual una vez nos sentimos tan orgullosos; que quizás nuestros niños y jóvenes puedan llegar a entender por qué fuimos denominados la "Atenas moderna,"en un tiempo en que ser artista era sinónimo de mujer/hombre culta(o) y no precisamente por tener conocimiento de marcas costosas; que del mismo modo que hemos visto crecer la incultura de nuestro pueblo podemos borrarla para siempre y transformarla en la más digna representación de las bellas artes que pueblo americano haya visto jamás. Pero si permanecemos de brazos cruzados, este anhelo que muchos dominicanos compartimos de tener una mejor nación, quedará como el estribillo de aquella vieja canción del compositor cubano Osvaldo Farrés, en un solitario "Quizás, quizás, quizás."

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