13 de enero de 2018

El amor no pide permiso para amar.

La música mexicana sonaba mucho en la radio dominicana hace unas décadas, por eso no es raro que tantos dominicanos gusten de boleros y rancheras propios de la cultura azteca. De niño escuché muchas veces una canción de Javier Solís llamada "A pesar de todo" y al inicio decía "Me gustan los ojos verdes y tú los tienes muy negros; me gustan los ojos grandes y tú los tienes pequeños. Me gusta la gente alegre y tú no sabes reír, y siendo como tú eres me he enamorado de ti". Cada vez que la escuchaba me hacía pensar en el significado de sus letras y luego, al ir creciendo, comprobé que con frecuencia la gente dice que gusta de personas de tal o cual manera y al final se enamora de alguien con características muy diferentes. Eso sucede porque el amor no pide permiso para amar y llega sin avisar y de improviso, sin fijarse en tamaño, color o estatus social. Hace un par de años escuché a un jovencito decir que le resultaba imprescindible dejar de estudiar y ponerse a trabajar, porque las chicas no se fijaban en los jóvenes a menos que vistieran a la moda y calzaran unos tenis "Jordan" de último modelo. Escuché sus explicaciones pacientemente ya que mi intención era la de convencerlo de que no dejara los estudios por nada del mundo porque de ahí dependería su futuro. Intenté explicarle que una chica que se fije solamente en las cosas materiales que él poseía no estaba interesada en él, y por consiguiente sería conveniente que él tampoco se interesara en ella. Ahora bien, yo sé que la juventud no siempre está dispuesta a escuchar razones y que la gente casi siempre aprende después de varios tropezones. Tampoco hay que ignorar una realidad que resulta más que evidente en nuestra moderna sociedad, la gente a menudo cambia al amor por comodidades y conveniencias. Es algo normal en un mundo tan materialista y consumista como el que los medios de comunicación venden e inculcan en la gente. No es algo que sucede exclusivamente con el amor sino que ocurre con el arte, el deporte, la amistad y las religiones, todo se ha convertido en un negocio donde sólo importa la ganancia material que se puede sacar. Creo que de una u otra manera todos nos vemos afectados por el consumismo que nos rodea y nos cubre de pies a cabeza. He llegado a sorprenderme a mí mismo negándome a intervenir en un trabajo o a relacionarme con una persona equis a menos que obtenga la ganancia económica que me inspire a hacerlo, y entonces me doy cuenta de que ese asunto o persona no me conviene y lo descarto del todo de mi vida. Porque cuando el dinero manda la inspiración no es real. ¿Qué porcentaje de la población mundial vive tan esclavizada del materialismo que prefiere ignorar su propia identidad para mejorar su economía y vivir con lujos y comodidad? No sé la respuesta. Lo que sí sé es que el amor verdadero existe y que cuando una persona se enamora de verdad no se fija puramente en lo material, porque el amor no pide permiso para amar. La gente seguirá comprando relaciones con el dinero, pero eso no es amor, otros seguirán vendiéndose al mejor postor, pero eso tampoco es amor. Un día tendrá que llegar en que la vanidad carecerá de importancia y la gente tendrá que entender que el amor estará en el mundo por siempre, aunque el hombre lo destruya con guerras, el amor prevalecerá. Un día el hombre volverá a ser tan inteligentemente sensible como antes fue y entonces comprenderá que todavía podemos amar a pesar de todas las ofertas materialistas que dominan al mundo, porque el amor no pide permiso para amar.   


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