15 de abril de 2016

Esclavos del Siglo XXI.

Cierto día los esclavistas decidieron que podían "abolir"la esclavitud, en realidad se trataba solamente de decir al mundo que lo habían hecho, que a partir de ese instante ya no habría hombres libres o esclavos, que todos serían iguales, que todos tendrían igual derecho a la vida. En el fondo ellos sabían que eso no sucedería, que ellos seguirían siendo los controladores de aquellos simples esclavos, pero, veían con recelo como cada vez surgían agitadores que exhortaban a sus esclavos a tomar las armas y exigir la liberación… aquello era preocupante. Más preocupante aún era el hecho de que Estados Unidos hubiera terminado envuelto en una guerra civil en la que una de sus alegadas causas apuntaba al esclavismo. Por eso, luego de muchas discusiones y estudios, llegaron a la conclusión de que podían decir al mundo que la esclavitud quedaba abolida. Después de todo, decían entre ellos, si los esclavos nada poseen, como ocurría en la realidad, tendrán que comprarnos la comida, pagarnos la renta por vivir en los mismos lugares que ahora usan gratuitamente, nos pagarán por las medicinas y consultas médicas, comprarán la ropa que producimos y podremos venderles los mismos vicios de los que ellos no saben como desprenderse. Lo mejor de todo, para los esclavistas, era que los esclavos seguirían haciendo el mismo trabajo que antes hacían, seguirían produciendo para sus amos, pero, esta vez también tendrían que pagar por dejarlos vivir en la ciudad… a cambio de ello sólo le darían un salario mínimo, nunca demasiado como para que puedan ahorrar y descuidar la producción, pero sí lo suficiente para que puedan pagar todo lo que se les iba a vender a partir de ese momento. Entonces se le cambió el nombre a la cruel esclavitud por el de capitalismo. Hoy los esclavos creen ser libres y se sienten conformes la mayor parte del tiempo, de lo contrario: usan drogas y alcohol para embotar sus mentes y aletargar esos insolentes bríos que le hacen pensar que algo anda mal; gastan el salario mínimo en ropas que los esclavistas dicen que es el último grito de la moda y pretenden ser mejores, aunque no les quede un centavo en el bolsillo, una vez han agotado el fruto de su trabajo en dichas modas; juegan a la lotería y otros juegos de azar con la esperanza de que un día sus maltrechas suertes van a cambiar. Es la historia de nunca acabar. Al final la vida sigue igual.

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