8 de abril de 2013

Cuatro cosas pequeñas pero sabias.


"Cuatro cosas son de las más pequeñas de la tierra, y las mismas son más sabias que los sabios: Las hormigas, pueblo no fuerte, pero en el verano preparan su comida; Los conejos, pueblo no poderoso, pero tienen su casa en la roca; Las langostas, que no tienen rey, pero salen por cuadrillas; y la lagartija, que atrapas con las manos, pero está en los palacios del rey."

Proverbios 30: 24-28.

El verano, estación que precede a la primavera, se caracteriza por ser una época de calor. En algunos países es esta la única temporada en la que no hace frío y por consiguiente es el tiempo idóneo para que las hormigas recojan sus provisiones sin ser impedidas por la nieve.

Los seres humanos podemos ver esta enseñanza desde dos vertientes: Una es desde el punto de vista de la edad biológica: Podemos decir que la primavera son las primeras tres décadas en la vida de un ser humano, tiempo en que alcanza su máximo desarrollo. Luego llega el verano, entre los treinta y los sesenta, sabemos lo que queremos y como conseguirlo. Si trabajamos acorde al consejo de las hormigas, construiremos nuestra familia, invertiremos sabiamente nuestro dinero, aprenderemos a ahorrar y sobretodo no descuidaremos las cosas que pueden garantizarnos un mejor futuro en el plano físico.

El verano de nuestras vidas también tenemos que aprovecharlo en el plano espiritual: nutrirnos de la palabra de Dios mientras nuestras facultades físicas y mentales pueden ser las mejores aliadas de nuestro espíritu para ayudarnos a guardar nuestro tesoro en la morada de nuestro Señor, donde la polilla no podrá corromperlo, lo que nos permitirá seguir alimentándonos espiritualmente todo el tiempo que habitemos en la Tierra. Siembra hoy lo que deseas cosechar mañana: ayuda al prójimo, cuida a niños, ancianos y enfermos, escudriña las escrituras, regala amor por doquier y sobre todo haz bien sin mirar a quien. El verano de los creyentes es permanente, es todo el tiempo que el Señor te permita atesorar su palabra en tu corazón. Ese verano hay que aprovecharlo sabiamente.

Los conejos tienen su casa en la roca. No es que ellos hayan construido algo, más bien han sabido aprovechar aquello que la naturaleza les brinda de manera gratuita. Las mejores cosas de la vida no tienen valor monetario alguno. Tu casa es tu propia vida: espiritual, física y mental.

Espiritualmente creces y te nutres meditando y aprendiendo acerca de las cosas de nuestro creador, practicando la bondad, el amor al prójimo, la compasión e imitando a Jesucristo.

Físicamente cuidas tu casa haciendo ejercicios, alimentándote saludablemente, evitando las sustancias nocivas a tu cuerpo y tomando el tiempo necesario para relajarte y descansar.

Y mentalmente tienes tu casa en la roca cuando vigilas el tipo de información que permites entre a tu interior, a tu mente. Todo a lo que te expones tendrá influencia directa o indirecta en tu propia vida, libros, películas, juegos, amistades, etc. Cuida tu mente.

Las langostas salen por cuadrillas y se mantienen unidas a pesar de no tener un rey que las dirija. Se mantienen dentro de un mismo objetivo, un mismo sentir, una misma dirección. Muchas veces lo importante no es estar unidos a muchas personas sino saber que tipo de personas son las que tienes a tu lado. Una cuadrilla sale a cumplir una misión común, si tus allegados y aliados no están empujando hacia el mismo lado que tú, estás trabajando en vano. Hay que unirnos pero saber conformar nuestra cuadrilla con personas que aporten a la causa común de todos. Un mismo sentir en el espíritu… Eso es lo importante.

Lo último es lo mejor. La fragilidad de la vida humana es tan simple como la de la propia lagartija, si no nos cuidamos podemos ser atrapados por las manos de enfermedades, vicios, problemas de toda índole, etc. Nos conviene estar en los palacios del rey. Existe un solo rey verdadero, el rey de reyes y Señor de Señores, ese rey es nuestro Creador. Que Cristo viva en ti y que tu vida esté siempre en él.

Vivir en los palacios del rey es una sabia decisión… que el abrigo del altísimo sea tu morada.    

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