La vida es como un edificio de apartamentos cuyo dueño es japonés, no habla español pero entiende un poco el inglés, lo suficiente para comunicarse con sus empleados y orientarles acerca de lo que debe hacerse; En ese edificio vive un inquilino, latinoamericano, que no sabe nadita de inglés, olvídate del idioma japonés porque a él no le interesa siquiera pensar en aprenderlo; entonces existe el superintendente, administrador del edificio del japonés, el hombre es bilingüe y por eso domina bien el español y el inglés. Tiene que supervisarlo todo en el edificio: cambio de tuberías de drenaje, arreglar el ascensor, cobrar las rentas atrasadas, etc, etc. El inquilino latinoamericano casi nunca se interesa por las cosas que le interesan al japonés, a menos que sea organizado y responsable, lo que sí le interesan son sus propias cosas: que el edificio esté limpio todo el tiempo, que la calefacción funcione bien, principalmente las noches de mucho frío, que le reparen las imperfecciones y averías dentro del apartamento que tiene alquilado, etc.
El japonés en cambio hubiera querido no interesarse por las cosas que le gustan a su inquilino, pero está constreñido a hacerlo, porque le afecta que se emborrache y suba el volumen de la música y por ende moleste a otros inquilinos que le darán quejas; también le afecta que no le paguen la renta a tiempo o que desparrame basura en los entornos del edificio porque tendrá que invertir demasiado en limpieza, so pena de ser multado, etc, etc.
El súper, por otro lado, tiene que interesarse por los asuntos de los dos, del japonés y del inquilino latinoamericano. Tiene que explicarle al latino, en español, que puede y será desalojado si: sigue incurriendo en atrasos en el pago, hace ruidos con la música los fines de semana, si se emborracha y comienza a hostigar a la vecina italiana bien bonita que vive frente a su apartamento, etc. Más o menos así es la vida.
El inquilino es el cuerpo físico; el japonés es el cuerpo espiritual; y, el súper es la mente.
Como ves, el japonés tiene todo el poder del mundo, pero un simple inquilino puede aguarle la fiesta a niveles increíbles; el inquilino, si es responsable, puede contribuir a la armonía colectiva, si en cambio es desorganizado e irresponsable, no tomará cuidado en sus acciones pues al final y al cabo: "esa no es su casa". Él solo vive alquilado y en cualquier momento se muda y ya. Pero el súper… ¡Ay, el súper! Ese tiene que lidiar con todo y con todos, a veces tiene que soportar ser insultado por el japonés y por el latino a la vez y buscar por todos los medios la forma de resolverle la vida a ambos. Como decimos en Dominicana "¡va forzado!".
El espíritu y el cuerpo no se van a comprender ya que tienen intereses diferentes. Tratar de ser intelectual con las cosas espirituales es más difícil que hacer bailar merengue a un japonés. Lo espiritual se vive, se siente, se expande, se asimila y crece. La mente no está para andar buscando soluciones sino para aplicar las orientaciones que le llegan desde el plano espiritual, ella es el puente comunicacional entre el cuerpo y el espíritu. La clave de todo radica en la armonía entre estos tres planos y, créeme, el orden divino ya tiene todo solucionado de antemano. Lo importante es creer que en verdad ya todo está solucionado, y para comprobarlo solo tienes que vivir en armonía contigo mismo en los tres planos: el físico, el mental y el espiritual.
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Si quiereѡs leer mmas noticiaѕ ... Miguel
Miguel:
ResponderEliminarEres bienvenido a este blog de todos y para todos. He visto el tuyo y es también muy interesante.
Que el Señor te siga bendiciendo.