23 de junio de 2014

Realidad de la familia dominicana.

Es la interminable lucha generacional en la que cada cual reclama para sí el título de la mejor generación: los de la tercera edad expresan que sus hijos, esos a quienes ellos les pagaron la universidad, no tienen tiempo ni siquiera para conversar con ellos, se sienten olvidados, y a veces lo son, incomprendidos y muchas veces son huéspedes involuntarios de algún asilo; Los adultos, mayores de 35, dicen no poder controlar a sus vástagos, que los jóvenes de hoy, en su mayoría, no sirven, que son una burda y desmejorada imitación de los acomplejados afroamericanos que insisten en descargar sus frustraciones en una música, mal llamada urbana que casi siempre dice absolutamente nada; los jóvenes de hoy, entre 10 y 35, escuchan ruidos a todo volumen al que quieren llamar música, dicen no entender el lenguaje de los adultos e insisten en creer que sus niños, los hijos de cada cual, son los niños más inteligentes del mundo sólo porque pueden navegar en la red utilizando un celular; los niños de hoy, menores de 10 años, pasan la mayor parte del tiempo entre seres extraños, lejos de sus padres, los confinan a un maternal antes de que puedan hablar, luego, cuando han crecido, los encierran en salas de tareas o en clases de arte o idiomas por donde sus padres los recogerán cuando casi se apague la luz solar, porque las madres de hoy no pueden criarlos, ellas tienen que trabajar y tener una actualizada vida social.
¿Cómo llegamos aquí?: los de la tercera edad creían en la disciplina férrea e innegociable, los muchachos no opinaban, el premio por obtener buenas calificaciones era no ser castigados y la inmensa mayoría de sus hijos son educados pero muchos de ellos quedaron traumatizados y siguen creyendo que no les es permitido conversar con sus progenitores; los adultos de hoy, comenzaron a decir que sus hijos no recibirían los golpes y férreas disciplinas que ellos recibieron, que sus hijos tendrían el poder de hablar y decidir hasta en la escuela que ellos querían estudiar, quisieron ser tan abiertos con sus hijos que les permitieron tutearlos, borrando la línea del respeto, lo que hoy en día ha desembocado en una generación sin límites ni control; los jóvenes de hoy aprendieron el arte de la manipulación y el chantaje para obtener lo que deseaban de sus padres que no los corregían debidamente y les daban tanto tiempo y dedicación que llegaron a empalagarlos, ignoran que el mundo ya estaba inventado por completo cuando ellos llegaron y piensan que las cosas seguirán llegando a sus manos como si fueran regalos; los niños son testigos de un mundo cuyas reglas se violentan cada día, un mundo en el que viven rodeados de las nanas que los cuidan, las profesoras del maternal y los aparatos modernos que inundan su vidas de tecnología.
Resultado.
Las personas son más vacías e insensibles cada día, la violencia es tan normal como el juego de pelota, la gente no cree en ellos mismos a menos que traigan puestos ropa de moda que sea costosa y puedan aparentar que tienen dinero aunque en sus casas no tengan ni un pedazo de pan, el respeto no existe entre las generaciones y a nadie le importa que todo por lo que tanto trabajó nuestro pueblo hoy en día se esté deteriorando a pasos agigantados.
¿Cuál es la solución?
La familia dominicana tiene que rescatar sus valores: la experiencia de la tercera edad hay que aprovecharla, las personas mayores tienen que aprender el uso de las computadoras y transmitir sus conocimientos, experiencias y sabiduría a todos los demás; los adutos de hoy tienen que entender que son ellos los que dominan el mundo, ellos tienen el poder adquisitivo y la fuerza para cambiar las cosas, porque los jóvenes viven entre nebulosas confusas producidas por el consumismo y la falta de metas específicas; los jóvenes tienen que prepararse, practicar deportes, amarse por lo que son y no por lo que tienen y pensar en el futuro de sus hijos y de nuestra nación; los niños necesitan amor de parte de todo el mundo, necesitan mucho cuidado y cariño, solamente así podremos esperar tener entes de provecho en el futuro inmediato.

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