Inteligencia es la capacidad que
poseemos para entender las cosas. A mayor grado de inteligencia, mayor es el
entendimiento que nos caracteriza. En ese sentido, un individuo inteligente a
quien se le explica un asunto es capaz de entender lo que se le ha explicado e
incluso identificar detalles faltantes en la explicación para luego formular
las preguntas necesarias con el objeto de tener un entendimiento cabal del tema
en cuestión. Inteligencia es también sinónimo de conocimiento y comprensión. No
debe confundirse la educación con la inteligencia, es algo que las personas
suelen hacer, aunque no es lo correcto. Puede darse el caso de que una persona
no posea una educación formal y aún así posea una gran inteligencia. Esta es la
razón por la cual los clásicos exámenes que miden el coeficiente intelectual
son limitativos y sólo sirven para medir el desarrollo educacional de la
inteligencia en una persona y no su inteligencia en sí. Cabe señalar que la
educación contribuye a desarrollar el nivel de inteligencia pero la base natural
de la inteligencia es algo con lo que cada cual nace. Durante mis años de
observación, en lo que al presente tema se refiere, he conocido a decenas de
individuos profesionales académicamente hablando cuyas inteligencias son prácticamente
nulas. En cambio también he conocido a campesinos oriundos de lugares apartados
que apenas saben leer y escribir, que poseen un grado de inteligencia superior.
También es limitativo el considerar que la inteligencia es condicional a la
capacidad de resolver problemas. Existen personas extremadamente inteligentes
que tienden a bloquearse ante el más mínimo conflicto y eso los imposibilita de
llegar a conclusiones que en otras circunstancias les resultarían sencillas de
obtener. De igual manera, se ha generalizado el concepto de “inteligencia
emocional”, pretendiendo con el mismo argumentar que se trata de cierto tipo de
inteligencia especial que poseen ciertos individuos, lo cual no es cierto. Los
sentimientos y emociones de cada individuo dependen y están condicionados por
diversos factores y no necesariamente quien es capaz de controlar sus emociones
sea más inteligente que otra persona muy sensible o de emociones frágiles. De
hecho, diversos estudios han demostrado que los sicópatas tienden a no tener
remordimientos ni emociones y al mismo tiempo son individuos generalmente muy
inteligentes, mientras que otros estudios han demostrado que las personas que
confían en los instintos que les dicta su corazón tienden a ser acertadas en
sus conclusiones. Ambos extremos de dicha ecuación nos indican claramente que
la inteligencia de un individuo no está proporcionalmente relacionada con los
sentimientos ni con la emoción.
Otro aspecto que suele emplearse
erróneamente a la hora de evaluar la inteligencia de una persona es su
capacidad comunicacional y/o su forma de hablar. Así, si una persona es locuaz,
y se expresa con fluidez, es probable que el común de las personas piense que
se trata de un individuo muy inteligente, pero esto no siempre es así. Mas bien
volvemos al tema de la educación que contribuye a cierto grado de desarrollo
intelectual, no necesariamente estaremos frente a un individuo que posea un
amplio equipaje de inteligencia en su base natural. Durante años he observado
que hay personas con muy baja capacidad comunicacional que poseen una excelente
claridad mental y por el contrario, individuos que se expresan de una manera
muy correcta pero tienen limitaciones exageradas en cuanto al tema de la
inteligencia se refiere.
No es de sorprenderse que existan tantos errores, que en la mayoría de
los casos pueden ser catalogados como tabúes, en lo que se refiere a la
evaluación y justa calificación de cuales personas son verdaderamente
inteligentes. Los avances de la ciencia en el campo de la neurolingüística nos
muestran que el ser humano crea imágenes mentales que relaciona con los
términos empleados en el contenido de su lenguaje, este punto es claro y sin
ningún tipo de contradicción. Ahora bien, para la realización del presente
estudio he formulado una pregunta a un gran número de personas, de diferentes orígenes y clases sociales. Una pregunta que a todas luces
podría parecer sencilla y uno entendería que cualquier persona sería capaz de
responder correctamente y sin titubeos. La pregunta en cuestión es: “¿Qué es
inteligencia?” Cerca del 70% de las personas cuestionadas no supieron dar una
respuesta clara y comprensible de lo que ellos entendían por inteligencia. Si
tomamos en cuenta lo que dice la ciencia de la neurolingüística, es sencillo
concluir que si una persona no está clara con respecto a un concepto
determinado, en este caso el de la palabra inteligencia, tampoco estará claro a
la hora de determinar quien es o no inteligente. Lo interesante de todo esto es
que las personas que tuvieron un mayor margen de error a la hora de responder
la pregunta son individuos con educación y que se consideran a ellos mismos
como entes inteligentes. Es necesario señalar que una muestra tomada a menos de
trescientas personas no puede ser considerada contundente ni poseedora de un carácter
científico exacto, pero nos da una idea inicial de lo que podemos esperar
encontrar en el camino. Lo que sí me quedó claro en torno a la pregunta
formulada es que todas las personas extremadamente inteligentes que respondieron
de manera segura tienen sus propias definiciones con respecto a lo que ellos
entienden por inteligencia y no siempre están literalmente ceñidas a la
definición formal que encontramos en los diccionarios o en libros de
psicología, aunque en el fondo los puntos convergentes de sus definiciones con
las acepciones formales fueron obvios y tangibles. Lo ideal es que cada persona
procure ver dentro de sí mismo para que conozca la potencia y limitaciones de
su propia inteligencia. Entonces, y sólo entonces, podrá ser capaz de entender
la inteligencia de las personas a su alrededor, y sobre todo, podrá tener claro
en su mente el concepto de lo que es la verdadera inteligencia.
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