Días escasos de sensible ternura para inspirar mi pluma.
Días rellenos de ruidos mundanales distractores del ingenio de tiempos fecundos de métrica y rima.
Días alegres que rebosan mi copa de embriagante almíbar y derrochan sudorosos suspiros de placer entre los pliegues de mi cama… de mañana, de noche, de madrugada…
Días, días, días. ¿Quién ha tomado mi pluma?
¿Habrá sido la Una ? A quien de tanto escribir mis enamoradas odas pudo haber sustraído de mis dedos toda sangre deseosa de exclamar la presencia del amor en mi ser. Amor que una vez cayó al insondable vacío buscando asirse del viento burlón que compuso entre versos desafinados el himno de lo que ya se ha olvidado.
Una… Amada e inmadura Una.
Más probable es que haya sido la Tres. Nunca creyó en el torrente abrasador contenido en las estrofas de mis pensamientos de amor y en vez de asimilarlas tal y como las leía, intentaba explicarlas con la más absurda de las filosofías y así se desvaneció quien pudo ser para siempre reina de la vida mía.
Prueba fehaciente de que la madurez es ninguna garantía en cuestiones de amor.
O la Dos. Tanta incertidumbre plasmó en mi cuaderno. Escritos tan tristes que hoy ni los recuerdo. Fueron sustituidos por aquellas intrigantes miradas que con asedio pregunbtaban si en realidad la amaba.
Como si el amor pudiera pesarse en vulgar balanza medidora de sentimientos... ¡Tontos lamentos!
Dos... pensando siempre en la Una distanciada y olvidada, mientras acusaba a la Tres , la nada que transformaba pasión ardiente en heladas veladas.
Ni la Una , ni la Dos , ni la Tres. Mi pluma sólo dormía y ha despertado justamente en este día.
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