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5 de agosto de 2012

Le llaman amor.



Primer acto. Se abre el telón. La desnudez de una ninfa que despierta escuchando firmes pasos de una vida masculina que se acerca. Son dos… ella y él… El rastro de unos dedos en su piel… cosechador de suspiros escondidos que hoy deciden brotar desinhibidos al umbral donde se vive, al portal donde se siente.
Suspiros que copulan con el viento, revelándole sus íntimos secretos. Él escucha callado, a su lado… enamorado.
Epidermis que reacciona, se agita, revive, se eriza… susurrante imploración emiten sus poros, ruegos provocantes que invitan a recorrer cada pulgada de Su ser… maravilloso amor de mujer.
 Él, invade su territorio cuan Napoleón sin Waterloo. Se escuchan los cañones detonantes de un rival que no cede en retirada… batalla que no hiere ni lastima, que no explica, que no entiende… sólo estalla.
Humedad silenciosa que se impone, silencio que inevitablemente llegaría a reinar.
Otoño sin invierno, ríos sin mar alguno donde desembocar… amor eterno, amor perfecto, amor sin final.
Espacio dormitante. Vacilante peregrino preñado de incredulidad, cierra los ojos, deduce que lo visto es imaginación fugaz que la vida desvanece. Se niega a creerlo, se conmueve, se enternece, se estremece sucumbiendo al innegable llamado de Morfeo. Cae el telón.
Segundo acto. Se abre el telón. Sin conquistas ni sumisión. Pacto sólo comparable al que hace quinientos años hiciera Isabel con Aragón, para oponerse al impío, para obtener protección.
Muro de Berlín que yace destruido y muestra una sola Germania unificada. América sin fronteras, donde no hay tierras lejanas.
Eran dos que hicieron nudo. Sentimientos extraños que derribando barreras han llegado a ser uno. Uno que ama, uno que siente, uno que vive.
Uno que exhibe al mundo la evidencia de que el amor aún existe.
Retoño que florece esperanzado en que esta vez no morirá crucificado. Porque el amor ha vencido. Porque el amor ha ganado.
Es la vida que nace cada día, es aliento divino que la forma a cada instante, es el agua, es el viento, es el fuego, es la tierra.
Es la vida que vive sin esconder su nombre… le llaman amor. Cae el telón.

31 de julio de 2012

Y mi pluma dormía.

Días escasos de sensible ternura para inspirar mi pluma.
Días rellenos de ruidos mundanales distractores del ingenio de tiempos fecundos de métrica y rima.
Días alegres que rebosan mi copa de embriagante almíbar y derrochan sudorosos suspiros de placer entre los pliegues de mi cama… de mañana, de noche, de madrugada…
Días, días, días. ¿Quién ha tomado mi pluma?
¿Habrá sido la Una? A quien de tanto escribir mis enamoradas odas pudo haber sustraído de mis dedos toda sangre deseosa de exclamar la presencia del amor en mi ser. Amor que una vez cayó al insondable vacío buscando asirse del viento burlón que compuso entre versos desafinados el himno de lo que ya se ha olvidado.
Una… Amada e inmadura Una.
Más probable es que haya sido la Tres. Nunca creyó en el torrente abrasador contenido en las estrofas de mis pensamientos de amor y en vez de asimilarlas tal y como las leía, intentaba explicarlas con la más absurda de las filosofías y así se desvaneció quien pudo ser para siempre reina de la vida mía.
Prueba fehaciente de que la madurez es ninguna garantía en cuestiones de amor.
O la Dos. Tanta incertidumbre  plasmó en mi cuaderno. Escritos tan tristes que hoy ni los recuerdo. Fueron sustituidos por aquellas intrigantes miradas que con asedio pregunbtaban si en realidad la amaba.
Como si el amor pudiera pesarse en vulgar balanza medidora de sentimientos... ¡Tontos lamentos!
Dos... pensando siempre en la Una distanciada y olvidada, mientras acusaba a la Tres, la nada que transformaba pasión ardiente en heladas veladas.
Ni la Una, ni la Dos, ni la Tres. Mi pluma sólo dormía y ha despertado justamente en este día.

9 de mayo de 2011

Éxtasis.


Eres la respuesta a miles de preguntas,
la certeza inconfundible de que dios no me ha olvidado.
Yo jamás había sentido tantas emociones juntas,
besando tus labios pienso que estoy libre de pecados.

Siento que eres tan grande como mi propia existencia,
luego siento que soy nada si me sumerjo en tu esencia.
Se diluye mi sustancia, se confunde con la tuya,
la misma naturaleza nos observa, nos estudia.

Nos miran maravillados los ángeles celestiales,
indagan, buscan, no encuentran ¿quiénes somos? ¡Nadie sabe!
Hoy sé que tengo otro nombre, aunque nadie me lo ha dicho, sintiéndome más que un hombre, ¡lo que nunca se había visto! Señalado o elegido, no importa, si estoy contigo.
¿Rey? ¿Bufón? ¿Loco perdido? Hoy me río del destino.

Insomne amor.

No se duerme en este lecho, está comprobado.
El tiempo se suspende indefinidamente,
Cuandoestás en mi cama,  a mi lado.
Mi emoción disputa con el dios del sueño,
la posesión de mi propia intimidad.
desplazándolo sin contemplación,
le advierte que se vaya, que no regrese más.
El dueño de la noche se retira sonriente,
seguro de que volverá.
Cuando el cansancio sea mayor que nuestras libidinosas fuentes, entonces nos conquistará.
Desconoce que está mas allá de la pasión este nudo que nos ata... que regrese en unas cuantas noches,
quizás podamos dormir profundamente.
Pero esta noche no, esta noche, estoy seguro,
en esta cama nadie duerme.

Todo y nada.


Somos la partitura musical más perfecta al conversar.
Cuando me besas, cuando me miras, así tan fresca,
tan atrevida, invitándome a amar,
bien sabes que no, no me podré negar.
Eres autoridad manifiesta a la que todos se sujetan,
reinado deslumbrante que nadie objeta.
Tu piel y la mía, sintonizan la frecuencia de la emisora del cielo, es allí donde te veo, por ti espero, eres mi cielo, mi único cielo. Fin de mi firmamento, mi horizonte, mi terrible tormento.
Inmensa burbuja de amor y dulzura,
deja que yo sea tu sol, conviértete  en mi luna.
La única luna hermosa de todo el universo,
tienes luz propia, en tu piel no existe invierno.
Tampoco llega el otoño, tu lozanía lo espanta.
Tan solo la primavera te conoce de veras,
en las mañanas que despiertas floreciente, tranquila, callada, con un mirar tan dulce que asemeja el trinar de los gorriones, amor mío, dueña de mis amores.
el verano también te ha conocido,
es el pequeño secreto que los dos compartimos,
vive en ti sumergido, cálido, perfecto, dentro de ti,
donde vive nuestro amor, en mi terreno, donde duermo
y otras muchas veces me desvelo
en el ángulo formado por la esquina de tu alma y la punta de mi corazón.

26 de abril de 2011

La reina está sola.


La reina está sola.
La veo al caminar por los pasillos del palacio... siempre sola.
Su sonrisa misma es triste,
se ve tristeza en la tersura de sus labios,
se nota levemente la tristeza que ha invadido su mirada.

Todos están vendados, no se dan cuenta de nada.
No pueden notar, como lo hago yo,
que sus ojos se pierden vagamente en la lejanía,
ignoran que su dulce mirada no los mira,
en realidad no los mira, sino que desvaría.

Allí en el laberinto de su imaginación vive de fantasías,
de la más bella ilusión por ser humano concebida...
¡Esa mirada es mía!
Por pasadizos secretos se desplaza En las oscuras madrugadas, iluminada solamente por la  luna,
andar sereno...
parece flotar al compás de la sinfonía divina que escuchan sus sentidos,
¡Regalo del cielo! Se siente dichosa, se sabe elegida...
pero está sola.
Tan sola que el mismo viento quiere hacerle compañía,
tan sola que las estrellas agonizan de nostalgia cuando a lo lejos la miran.
Tan sola... tan sola y tan mía.

Majestuosa se ilumina su faz al contemplar sus jardines,
el aroma de las rosas le devuelve los recuerdos infantiles, cuando su padre era el rey y ella una tierna princesa...
las rosas inundaban temprano su habitación,
con delicados olores que hablaban de poemas
y conversaban de amor,
renace la niña que habita en su interior,
parece ruborizarse al descubrir que puede ser feliz todavía,
sus anhelantes deseos,
su sueño de completar su dicha con el amor
aun conserva a flor de piel, inherentes a su ser.
Se permite dejar de ser reina para sentirse mujer,
en esos breves instantes recupera su alegría,
olvida que ha estado sola, se ríe de la vida.
Apenas una sonrisa.
Está feliz, de comprobar que aún está viva.
La reina... Está tan sola, tan sola. Siendo tan mía.

14 de marzo de 2011

Me gusta tu piel.


De Ismael De La Cruz.

Me gusta tu piel... esa mezcla evidente de tus antepasados, reflejada en cada centímetro de tu epidermis.
Ese tono luminoso y opaco a la vez, resulta fascinante para mis ojos ávidos de contemplaciones bellas, hermosas, sutiles y tiernas.
Tu piel despierta en mí ser, ese afán de conocer, de adentrarme y recorrer el laberinto de tus poros, cuán si fueran fuentes inagotables de conocimiento.
Conocer sin intentar poseer, sin intentar comprender... es como iniciar sin saber el final, sin permitir que te llegue a preocupar.
Disfrutar armoniosamente, sin el más leve acceso del temor a fracasar... avanzar e improvisar, improvisar y soñar. Soñar que mi único objetivo en la vida es el de saborear sin cesar aquello que me gusta tanto. Me gusta tu piel.
Tomado de mi libro: El amor del desamor.

12 de enero de 2011

Salomé Ureña.



Salomé Ureña “La poeta de la patria”. Educadora y poeta.  (1850-1897).
 Nació en Santo Domingo el 21 de Octubre de 1850. Se inició en las artes literarias bajo la tutela de sus padres, Nicolás Ureña de Mendoza y Gregoria Díaz. Su primer libro de poemas lo publicó a los 17 años y de ahí en adelante ganó admiración nacional e internacional a través de los años de su vida por la profundidad y lo sublime de su prosa. Con Salomé nació la liberación intelectual femenina en República Dominicana, puesto que en 1881 fundó el Instituto de señoritas Salomé Ureña, primero en su género. De allí egresaron las primeras maestras tituladas en nuestra nación.
A los 30 años de edad contrajo matrimonio con Francisco Henríquez y Carvajal (escritor, médico y abogado), con quien procreó cuatro hijos; Francisco, Camila, Max y Pedro Henríquez Ureña. Murió a los 47 años de edad, aquejada de tuberculosis. Hoy en día es considerada la poetisa más influyente e importante de la segunda mitad del siglo XIX en República Dominicana y una de las de mayor renombre en toda América.
Salomé  anhelaba que nuestra patria adquiriera una educación refinada y exquisita y que nuestros compatriotas cultivaran las bellas artes. Lo que aquí os digo puede fácilmente comprobarse leyendo dos de sus poemas que hoy comparto con ustedes: “Ruinas” y “El cantar de mis cantares”. Uno de ellos en especial, “Ruinas”, ha dejado una impronta en mi alma y mi corazón que me acompaña desde que tuve el honor de declamarlo en la secundaria. Hoy, cuando nuestro país más lo necesita, escucho en lo más íntimo de mi ser las sensiblemente patrióticas palabras de ese poema, exhortándonos, a los dominicanos, a despertar de nuestro letargo y reclamar para nuestra nación el galardón que merece… la triunfal corona de la educación, y que nunca olvide el mundo que somos la primera nación del continente americano.


Ruinas.
Memorias venerandas de otros días,
soberbios monumentos,
del pasado esplendor reliquias frías,
donde el arte vertió sus fantasías,
donde el alma expresó sus pensamientos.

Al veros ¡ay! con rapidez que pasma
por la angustiada mente
que sueña con la gloria y se entusiasma
la bella historia de otra edad luciente.

¡Oh Quisqueya! Las ciencias agrupadas
te alzaron en sus hombros
del mundo a las atónitas miradas;
y hoy nos cuenta tus glorias olvidadas
la brisa que solloza en tus escombros.

Ayer, cuando las artes florecientes
su imperio aquí fijaron
y creaciones tuviste eminentes,
fuiste pasmo y asombro de las gentes,
y la Atenas moderna te llamaron.

Águila audaz que rápida tendiste
tus alas al vacío
y por sobre las nubes te meciste:
¿por qué te miro desolada y triste?
¿dó está de tu grandeza el poderío?

Vinieron años de amarguras tantas,
de tanta servidumbre;
que hoy esa historia al recordar te espantas,
porque inerme, de un dueño ante las plantas,
humillada te vio la muchedumbre.

Y las artes entonces, inactivas,
murieron en tu suelo,
se abatieron tus cúpulas altivas,
y las ciencias tendieron, fugitivas,
a otras regiones, con dolor, su vuelo.

¡Oh mi Antilla infeliz que el alma adora!
Doquiera que la vista ávida gira en tu entusiasmo ahora,
una ruina denuncia acusadora
las muertas glorias de tu genio artista.

¡Patria desventurada!
¿Qué anatema cayó sobre tu frente?
Levanta ya de tu indolencia extrema:
la hora sonó de redención suprema
y ¡ay, si desmayas en la lid presente!

Pero vano temor: ya decidida
hacia el futuro avanzas;
ya del sueño despiertas a la vista,
y a la gloria te vas engrandecida
en alas de risueñas esperanzas.

Lucha, insiste, tus títulos reclama:
que el fuego de tu zona preste a tu genio su potente llama,
y entre el aplauso que te dé la fama
vuelve a ceñirte la triunfal corona.

Que mientras sueño para ti una palma,
y al porvenir caminas,
no más se oprimirá de angustia el alma
cuando contemple en la callada calma
la majestad solemne de tus ruinas


El cantar de mis cantares.

Cuando los vientos murmuradores
llevan los ecos de mi laúd
con los acentos de mis amores
resuena un nombre, que de rumores
pasa llenando la esfera azul.

Que en ese nombre que tanto adoro
y al labio acude con dulce afán,
de aves y brisas amante coro,
rumor de espumas, eco sonoro
de ondas y palmas y bosques hay.

Y para el alma que en ese ambiente
vive y respira sin inquietud,
y las delicias del cielo siente,
guarda ese nombre puro y ferviente
todo un poema de amor y luz.

Quisqueya ¡oh, Patria! ¿Quién, si en tu suelo
le dio la suerte nacer feliz,
quién, si te adora con fiel desvelo,
cuando te nombra no oye en su anhelo
músicas gratas reproducir?

Bella y hermosa cual la esperanza,
lozana y joven, así eres tú;
a copiar nunca la mente alcanza
tus perfecciones, tu semejanza,
de sus delirios en la inquietud.

Tus bellos campos que el sol inunda,
tus altas cumbres de enhiesta sien,
de tus torrentes la voz profunda,
la palpitante savia fecunda
con que la vida bulle en tu ser,

todo seduce, todo arrebata,
todo, en conjunto fascinador,
en armoniosa corriente grata,
hace en tu suelo la dicha innata
y abre horizontes a la ilusión.

Y ¡ay, si oprimirte con mano ruda
quiere en su saña la iniquidad!
Tu espada pronto brilla desnuda,
te alzas potente, y en la lid cruda
segando lauros triunfante vas.

Naturaleza te dio al crearte
belleza, genio, fuerza y valor;
y es mi delirio con fe cantarte
y entre lo grande siempre buscarte
con el empeño del corazón.

Por eso el alma te buscó un día
con ansia ardiente, con vivo afán,
entre las luchas y la porfía
y entre los triunfos de gallardía
con que el progreso gigante va.

Mas ¡ay! en vano pregunté ansiosa
si entre el tumulto cruzabas tú:
llevó la brisa mi voz quejosa;
silencio mudo, sombra enojosa
miré en tu puesto solo y sin luz.

Tú, la preciada, la libre Antilla,
la más hermosa perla del mar,
la que de gloria radiante brilla
¿huyes la senda que ufana trilla
con planta firme la humanidad?

A tu corona rica y luciente
falta la joya de más valor;
búscala presto, que ya presiente
para ti el alma, con gozo ardiente,
grandes victorias de bendición.

¡Patria bendita! ¡Numen sagrado!
¡Raudal perenne de amor y luz!
Tu dulce nombre siempre adorado,
que el pecho lleva con fe grabado,
vibra en los sones de mi laúd.

Y pues que mueve nombre tan puro
de mis cantares la inspiración,
y ansiando vivo tu bien seguro,
la sien levanta, mira al futuro,
y oye mis cantos, oye mi voz!

Salomé Ureña.