La reina está sola.
La veo al caminar por los pasillos del palacio... siempre sola.
Su sonrisa misma es triste,
se ve tristeza en la tersura de sus labios,
se nota levemente la tristeza que ha invadido su mirada.
Todos están vendados, no se dan cuenta de nada.
No pueden notar, como lo hago yo,
que sus ojos se pierden vagamente en la lejanía,
ignoran que su dulce mirada no los mira,
en realidad no los mira, sino que desvaría.
Allí en el laberinto de su imaginación vive de fantasías,
de la más bella ilusión por ser humano concebida...
¡Esa mirada es mía!
Por pasadizos secretos se desplaza En las oscuras madrugadas, iluminada solamente por la luna,
andar sereno...
parece flotar al compás de la sinfonía divina que escuchan sus sentidos,
¡Regalo del cielo! Se siente dichosa, se sabe elegida...
pero está sola.
Tan sola que el mismo viento quiere hacerle compañía,
tan sola que las estrellas agonizan de nostalgia cuando a lo lejos la miran.
Tan sola... tan sola y tan mía.
Majestuosa se ilumina su faz al contemplar sus jardines,
el aroma de las rosas le devuelve los recuerdos infantiles, cuando su padre era el rey y ella una tierna princesa...
las rosas inundaban temprano su habitación,
con delicados olores que hablaban de poemas
y conversaban de amor,
renace la niña que habita en su interior,
parece ruborizarse al descubrir que puede ser feliz todavía,
sus anhelantes deseos,
su sueño de completar su dicha con el amor
aun conserva a flor de piel, inherentes a su ser.
Se permite dejar de ser reina para sentirse mujer,
en esos breves instantes recupera su alegría,
olvida que ha estado sola, se ríe de la vida.
Apenas una sonrisa.
Está feliz, de comprobar que aún está viva.
La reina... Está tan sola, tan sola. Siendo tan mía.
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