12 de abril de 2011

Decretos de bien.



El cerebro recibe nuestras órdenes. Hace todo lo posible por cumplirlas cabalmente. Del cumplimiento y contenido de esas órdenes se forma nuestra mente, se forma nuestra personalidad, se materializa nuestra existencia.
Cada aseveración, la mínima afirmación que expreses, oral y/o por escrito,  es un decreto que debe ser cumplido. El poder de la mente humana influye sobre el entorno, sobre otras personas, sobre todo.
Si hablas negatividad, si la piensas siquiera, estás fomentando su creación. En cambio, si hablas solamente la verdad (porque la verdad es siempre buena, siempre positiva, envía potentes vibraciones de energía y amor), estás creando un entorno a tu favor. Tu vida fluye constante, cuan río caudaloso, hacia la luz verdadera.
Que tu boca hable sólo la verdad. Que tu mente se mantenga  en el fértil jardín de la sabiduría y el crecimiento espiritual.
Emite sólo órdenes beneficiosas, buscadoras del bien, positivas. Todo lo que digas, lo que escribas, lo que pienses, está propenso a cumplirse.
Manteniéndonos alerta dominaremos nuestro entorno e identificaremos los decretos negativos, emitidos o creados por otras personas o por una acción determinada. Nuestros propios decretos inutilizarán y borrarán esas negatividades para que no afecten lo tuyo ni lo ajeno. Emisiones de paz, amor y salud (mental y espiritual) dirigidas hacia la fuente de lo negativo, resultan un remedio infalible contra el caos y la confusión.
Ordena tu vida. Dedícate a crear decretos positivos sobre tu vida y sobre la vida de tus semejantes y de tu entorno. Desea el bien aun a aquellos que te desean mal, sobretodo a ellos. Estarás bien. Todos estaremos bien.   

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