La identidad natural de las personas nace cubierta y protegida con el
bien y el amor. El mundo se encarga de hacer creer a los seres humanos que
están desprotegidos y deben valerse por ellos mismos, lo cual no es más que un
espejismo, una falacia, una utopía. Los seres humanos comienzan a ser víctimas
del engaño en que vive la humanidad desde el mismo momento en que balbucean sus
primeras palabras y sus padres inician el consabido ritual de presionarlos a
decir papá o mamá: “di papá” o “di mamá”, es usualmente el primer asomo de
presión que recibe un bebé. El segundo paso es la celebración cuando el niño
pronuncia una de estas dos palabras. La criatura recibe besos, abrazos y
algarabía, todo como parte de un premio por haber cumplido la misión de decir papá
o mamá. Entonces el niño, satisfecho y gustoso de recibir esos besos, abrazos y
algarabía, empieza a creer que tiene que ganarse las cosas, que debe valerse
por sí mismo, que en este mundo nada es gratuito. En ese instante comienza a
perder su identidad natural y a dejar de darse cuenta que la protección
gratuita del bien y el amor está siempre a su lado. Comienza la incredulidad y
el bloqueo del bien y el amor.
A medida que el niño crece, también crece el engaño o espejismo al que
lo invitan al son de besos, abrazos y algarabías. Llegan las preguntas: ¿A
quién tú quieres más, a tu papá o a tu mamá?, pregunta que generalmente viene
precedida de la celebración de uno de los padres, si el niño dice que lo (a)
quiere más a él o ella e incluso, a veces, con la desaprobación del otro padre
que no ha sido seleccionado por la criatura; ¿Qué quieres ser cuando seas
grande? ¿Cuántas noviecitas tú tienes?, etc. Preguntas que vienen a ser
constantes confirmaciones del espejismo que ellos ya conocen, ese que les dice que
las respuestas a las preguntas de la vida no están dentro de ellos, sino que
deben razonarlas, elegirlas a su voluntad, a veces negociarlas dependiendo de
lo que convenga en el momento. El engañoso espejismo sigue invadiendo su
presente y el niño razona que esa es la normalidad de la vida. Para ese tiempo,
hace rato que el niño no cuenta, en su mente y pensamientos, con la protección
del bien y el amor, aunque esta sigue estando presente… ignorada, pero
presente.
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