18 de mayo de 2013

Jeremías; doctrina y profecía.

El estudio presente lo hemos dividido en tres segmentos o secciones: Sobre Jeremías y sus profecías (conoceremos un poco sobre la vida y misión de este profeta de Dios); sobre el mensaje de restauración contenido en el capítulo 33, versículos del 1 al 16 (haremos un resumen de lo que contiene este segmento del libro de Jeremías); y sobre la aplicación de este mensaje de Dios a los tiempos actuales.

Sobre Jeremías y su misión de profetizar acerca de Israel y Judá .

Al profeta Jeremías, nacido 650 años antes de Jesucristo, se le atribuye la autoría del libro que lleva su nombre en el antiguo testamento, así como de los libros de: Lamentaciones y Reyes.  Jeremías fue enviado desde muy joven a profetizar en contra de los gobernantes de Israel y Judá debido a la apostasía (abandono de la adoración a Jehová, para rendir adoración a dioses de otros pueblos) en la que estaba sumida Israel en aquellos tiempos, y la deslealtad hacia el Creador exhibida por Judá (esta deslealtad se refleja en que Judá acudía en busca de auxilio y protección a pueblos considerados poderosos, aparentemente olvidándose de las grandes obras que el Señor había hecho por ellos). Hay que tener en cuenta: que la conducta desleal de los israelitas venía desde el tiempo en que Salomón, hijo de David, reinó sobre ellos; que fueron los múltiples pecados cometidos por Salomón, y principalmente la adoración de Salomón a dioses venerados por sus muchas mujeres (mujeres de otras naciones a las que escogió como concubinas) lo que provocó que Jehová abandonara al pueblo de Israel y le ocultara su rostro. Por todos esos pecados cometidos por Salomón y su descendencia fue que el Señor permitió que la tierra de Israel se dividiera en dos reinos: Israel y Judá, y le tocó al profeta Jeremías advertir a Israel que la ira del Señor se había encendido en contra de ellos y que les esperaba gran calamidad y destrucción, así como la invasión del pueblo caldeo. Durante 23 años estuvo Jeremías advirtiendo al pueblo de Dios para que se arrepintiera. Los reyes: Josías, Joacim, Joaquín y Sedequías escucharon estas profecías, pero hicieron caso omiso de las mismas. En el noveno año del reinado de Sedequías fue destruido el pueblo de Israel, algunos fueron llevados cautivos a Babilonia por el rey Nabucodonosor; otros, los más pobres, quedaron en Judá y Jerusalén. De los que quedaron, una parte huyó a Egipto y allí escucharon profecías de Jeremías para que se volvieran a Dios, no escucharon y fueron destruidos totalmente. Las profecías de Jeremías no se limitaron al pueblo de Israel, también profetizó contra otros pueblos, entre ellos Babilonia, a quienes anunció la caída del imperio que habían ostentado por tanto tiempo, como castigo por lo que habían hecho al pueblo de Dios.

Sobre el capítulo 33 del libro de Jeremías, versículos del 1 al 16.

En el capítulo 33 del libro de Jeremías vemos como el Señor, a pesar de toda la maldad en que vivía sumido Israel, le da la oportunidad de reivindicar sus pasos, le dice al pueblo que clame su nombre y él le dará: Sanidad, paz, libertad y perdón de sus muchos pecados. Jehová le dice a su pueblo que clame a él y su clamor será respondido y que además le mostrará "cosas grandes e inaccesibles" que ellos no conocían. Estas cosas grandes e inaccesibles de las que habla el Señor, no se refieren a bienes y ganancias materiales, pues esas son bien detalladas en la promesa del Creador, más bien se refieren a revelaciones del mundo espiritual, señales y prodigios que afianzarán la fe del pueblo y otorgarán mayor conocimiento a los hombres de Dios. Vemos en este capítulo que todo lo que Dios pide del pueblo es su clamor, que se vuelvan a él y él los perdonará. No les pide sacrificios ni holocaustos, no pide penitencias ni ofrendas, todo lo que les pide es que se vuelvan a él, les dice que clamen su nombre y el Señor recompensará el hecho de que le tengan confianza. A cambio de esto, Dios les ofrece que devolverá a Judá y Jerusalén todo el esplendor de otros tiempos, prosperará las ciudades de tal manera que todo el mundo escuchará de sus bendiciones y se estremecerá del enorme cambio experimentado por la nación israelita (el estremecimiento que el bienestar del pueblo israelí habría de causar en otros pueblos era debido a que aquellos tiempos eran épocas de constantes guerras y conquistas de una nación por otra y el hecho de que otros pueblos vieran a Israel renacer de sus cenizas, puesto que estaba destruido y en ruinas,  sería motivo de intimidación y asombro estremecedor en los pueblos vecinos).

El Señor le recuerda a su pueblo que está dispuesto a cumplir las promesas que hizo al rey David, de que siempre tendría un descendiente gobernando la tierra de Istrael, y que el nuevo nombre de esa nación será: Jehová, justicia nuestra.

Sobre la enseñanza para los tiempos actuales y futuros.

Lo interesante de este capítulo 33, del versículo 1 al 16,  no es solo que la profecía de Jeremías llega en un tiempo de total perdición para el pueblo de Israel, sino que vemos hasta donde es capaz de perdonar el Señor a su pueblo (en el antiguo testamento se consideraba "pueblo de Dios" al pueblo de Israel, pero en nuestros días y desde que el Señor Jesucristo murió en la cruz por la humanidad, el pueblo de Dios somos todos los creyentes, es decir, todos los que hemos aceptado a Cristo como nuestro salvador y vivimos acorde a su doctrina).

En la Biblia encontramos este tipo de enseñanza para que la actualicemos a nuestro tiempo, para que entendamos que muy a pesar de nuestros hechos, de nuestros pecados en contra de Dios y del alejamiento que podamos haber tenido de sus ordenanzas y estatutos, el Señor está siempre dispuesto a perdonarnos, a restaurarnos y traer prosperidad a nuestras vidas con la única condición de que reconozcamos en él a nuestro Creador y le rindamos respeto y honor mediante nuestro clamor. Todo lo que Dios quiere de su pueblo es que le tengan confianza, que le tengan en primer lugar en sus vidas y acudan a él ante cualquier tipo de necesidad, que no le rindan adoración a otros dioses falsos como lo son: el dinero, los vicios de alcohol, drogas y juegos de azar, el alejamiento de sus normas, las modas, los lujos y cualquier otra cosa que los seres humanos convirtamos en nuestros dioses mediante la constante adoración. Porque nos convertimos en adoradores de todas esas cosas que veneramos y de ese modo solamente conseguimos alejarnos de nuestro Creador.

Otro aspecto importante es que en muchas ocasiones los seres humanos nos sentimos indignos de clamar al Señor, sea porque tenemos mucho tiempo alejados de él, sea porque hemos cometido hechos que nosotros mismos consideramos imperdonables o por sentirnos tan mal con nosotros mismos que no nos atrevemos a buscar de la misericordia de Dios. En este pasaje bíblico comprobamos que Jehová se deleita y se complace sobremanera en que nosotros acudamos a el cuando estamos atravesando esos momentos. Es tan grande su complacencia que hasta ofrece grandes bendiciones a su pueblo cuando clama su nombre, sobre todo cuando han estado desviados y regresan al camino de la fe cristiana. El libro de Jeremías encierra grandes enseñanzas, hay que leerlo con atención y escudriñarlo profundamente, el mismo nos habla de la venida de Jesucristo y el nuevo pacto que el Señor haría con su pueblo.

Así que la próxima vez que te pregunte sque es lo que debes hacer para reconciliarte con Dios, la respuesta es que le brindes tu clamor, a cambio él te dará:  Salud, paz, libertad, y prosperidad, pero sobre todo te dará su amor, comprensión y el perdón de los pecados que hayas cometido en su contra.

Nota: en este texto existen dos términos a tomar en consideración a la hora de predicar sobre el mismo: apostasía y clamor. La apostasía se refiere a la renuncia de la fe en pos de otros rumbos, es lo que muchos cristianos llaman "descarriarse", que no es más que alejarse de Dios y de sus normas y escoger otro camino diferente.

El segundo término: clamor, tiene varias acepciones, pero en el capítulo que aquí estudiamos se refiere específicamente a la alabanza de la multitud que clama e invoca el nombre del Creador con ímpetu, vehemencia y de buen ánimo. La segunda definición o acepción de la palabra clamor que debemos interpretar en este capítulo es la de una queja o lamentación que hacemos al Señor, es presentar todos nuestros problemas al Señor y confiar en que él nos los resolverá.

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