28 de febrero de 2017

Y a Dios que me perdone, de Ángel Muñiz.

El estreno en televisión nacional de: "Y a Dios que me perdone", la nueva película de Ángel Muñiz, representó un acontecimiento de tal envergadura que solamente el paso del tiempo podrá evaluar en su justa medida el significado que la nación dominicana dará a la misma. El filme es una obra de arte que retrata fielmente la realidad del país en que hemos nacido y vivimos; retrato que adquiere la forma inequívoca de una denuncia social bien sustentada, extremadamente creíble y cruda. La trama narra la historia de una familia pobre de esas que conviven diariamente con una realidad surrealista que no les permite ver más allá de sus narices y aun así intenta mantener firme la fe cristiana que caracteriza a los dominicanos. Un policía cuya esposa padece un cáncer que la mantiene caminando en una cuerda floja entre la vida y la muerte, con tres hijas pequeñas, dos de ellas de pocos meses de nacidas, y una miseria espantosa  que deja pocas opciones a los miembros de esta familia para luchar contra la cruel enfermedad. Irónicamente, el agente policial Toribio Sosa (Johnnie Mercedes), personaje principal de la historia, está decidido a salvar la vida de su esposa Claudia (Clara Luz Lozano), aunque para ello tenga que robar y deshonrar el uniforme policial que juró respetar. Este punto es críticamente crucial pues estamos ante el protagonista y como tal es lógico y normal que el espectador del drama sienta empatía con esta víctima de una sociedad que ni siquiera garantiza la salud a los servidores públicos que supuestamente deben velar por el mantenimiento del orden y evitar la criminalidad. La ironía consiste en que difícilmente aparezca un dominicano dispuesto a justificar ni a sentir empatía con la criminalidad policial que vivimos todos los días  en nuestra nación, pero esa magia que contienen las películas bien realizadas, con la cual envuelven al espectador en una historia que termina haciendo suya, logra hacer que la mente humana encuentre justificación para lo injustificable, y en el peor de los casos hace sentir tanta frustración e impotencia que por momentos uno cree que al final de la película ocurrirá una revuelta social espontánea fruto del despertar repentino de los ciudadanos dominicanos que escuchan cada día una supuesta bonanza económica que nos coloca entre los países de mayor crecimiento en los últimos años y de manera contradictoria observamos pasivos como nuestro sistema educativo, nuestros hospitales, barrios y realidades se hunden indeteniblemente en el lodo del desorden, la miseria, la inseguridad ciudadana, el caos, la corrupción, la impunidad, y un círculo vicioso que llena de desesperanza a muchos y trastorna los pensamientos de los más optimistas. La salud pública, la que dice la Constitución que debe ser gratuita para todos los ciudadanos dominicanos, lleva su par de correazos en la historia de la película cuan sinvergüenza de doble moral que no hace bien su trabajo, mostrando como hasta las transfusiones de sangre son prohibidas para quien no sea capaz de conseguir dinero para pagarlas… es el cuento de nunca acabar en esta tierra tan hermosa como mal administrada. En medio de la tragedia aquí narrada comienza a tejerse una trama distinta pero tan cruda y real como la primera. El hijo de un individuo adinerado que sufre un accidente automovilístico y llega a un hospital herido, donde no recibe atención médica por no tener dinero encima y por carecer de las apariencias propias de los compatriotas de clases acomodadas y al final muere por dicha negligencia médica, algo que ocurre a cada rato en Dominicana, solo que en la película el joven fallecido es hijo de alguien con poder que decide vengarse mandando a asesinar a la hija del doctor que no atendió a su hijo, poniendo al espectador frente al dilema de lo que sucede cuando el sistema fallido afecta a los adinerados. Otras historias tan crudas y duras de digerir como las primeras se entretejen para ofrecer al público una película que no tiene nada que envidiar a las mejores películas de Hollywood, tanto en la realización de la misma como en la magnífica actuación de todos los actores que dan vida a esta narración basada en hechos reales. Los políticos, los periodistas y la sociedad dominicana en general son denunciados en cada segundo de esta extraordinaria trama, primer largometraje que se exhibe en televisión nacional sin comerciales y, a mi juicio, una de las mejores películas que se ha filmado en Dominicana. El resto de la película no lo voy a contar, prefiero que cada cual la vea por sí mismo, porque estará disponible gratuitamente en la web a partir de esta semana, según indicó el propio Ángel Muñiz, y vale la pena que los dominicanos y todos los hermanos latinoamericanos vean esta denuncia social tan contundente, sobre todo en la etapa en que nos encontramos en este instante, cuando la corrupción ha quedado tan manifiestamente evidenciada ante los ojos del mundo y se ha formado un lazo que ha logrado lo que las grandes frases de los libertadores y héroes nacionales no habían logrado hasta hora: el unirnos en un lazo, a todos los latinoamericanos, que nos permite ver nuestras realidades tales y como son y nos obliga a admitir que nos encontramos en un punto de no retorno, es decir, o nos libramos de toda esta corruptela política de una vez y por todas o simplemente nos hundimos más profundamente en el mismo lodo de siempre y nos resignamos al camino de la perdición.

Agradezco sinceramente a Ángel Muñiz por haber renunciado voluntariamente a estrenar la película en el cine y llevarla de manera gratuita a la televisión nacional, sembrando un hito sin precedentes en la historia de la televisión dominicana,  para que todos mis compatriotas pudieran verla y/o la vean en la web; también agradezco a Color Visión y a su propietario, el señor Domingo Bermúdez, por haber sido el canal que hizo posible tal proeza; a los actores y actrices participantes, a todo el personal técnico y a cada persona que formó parte de la realización y exhibición del filme, a todos les estoy sinceramente agradecido, porque esta es la causa que mueve mi vida y la que debe mover el sentir de todos los dominicanos que soñamos con tener un país mejor. Que el Señor los bendiga a todos y que derrame su gracia sobre esta cinta de acción y denuncia social para que nuestro pueblo abra los ojos y comencemos la transformación que tan imperiosamente necesitamos.

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