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14 de mayo de 2011

Dominiland. Parte final.

 
Llegó el día esperado, y al igual que en "Crónica de una muerte anunciada", Calvini fue el último en enterarse que la sartén en la cual habían de freírlo bullía repleta de aceite ardiente. Descubrió horrorizado que lo habían engañado cuando observó la muchedumbre que se agolpaba en las afueras del palacio real gritando enardecida ¡La calle está dura, no queremos acera!, bajó de dos zancadas los escalones de la torre y corrió hacia su despacho vociferando  "Pailón, Pailón ¿dónde están los papeles del convenio real para los mercaderes?, les voy a dar todo lo que ellos piden". Pero Pailón, mano derecha de Calvini de Guraviña, estaba concentrado enviándole un email a Felino el Gato Barrigaverde, miembro del séquito de Afrini, "Ya tú sabes Felino, recuérdale a tu jefe que el rey Calvini lo perdonó una vez y ahora está obligado a hacer lo mismo con él y  que tenga en cuenta que sin mi ayuda muy difícil le hubiera sido volver a palacio. A la menor oportunidad quiero que me nombren Conde de Compostelina con asiento en el parlamento por seis años seguidos." dio un clic en "enviar" justo en el momento en que el rey Calvini abruptamente irrumpió en su oficina real. "Pailón, Pailón, estamos rodeados por todos lados, hay que pelear hasta morir" (porque era guapo de verdad este Calvini) y mientras esto decía se apresuraba a sacar del armario su vieja carabina y le pedía a Pailón el 3m para limpiar el óxido. Pailón permaneció inmutable en su escritorio, Felino le había asegurado una ruta de escape segura para que condujera   a su rey sano y salvo hasta su pequeño castillo en Cristobaléa. "Majestad, debemos salvar nuestras vidas, conozco un camino, saldremos por el túnel secreto que Ud. Y yo conocemos y… ", el rey Calvini no lo dejó terminar "deja de hablar disparates Pailón y vamo a peleai carajo ", hacía tiempo que no le salían las íes   de Guraviña pero aquel día estaba fuera de sí. Salió corriendo por todo el palacio llamando a sus consejeros y amigos "Guidiiiiín, Mily Bochina, Fellini carajo ¿dónde están toditos?". El palacio estaba solo y vacío, Pailón había mandado a poner a salvo a la reina y a los hijos del rey para que nada les pasara, solamente quedaban  ellos dos y algunos guardias reales de confianza, Calvini se sentó en las escalinatas reales con los ojos aguados de la rabia que le causaba la impotencia que sentía en aquel momento y susurraba "Eso fue culpa de Campín el Cacique, jodío cacique del carajo si sé le dejo gobernando las cortes reales ", pero era muy tarde, la humareda inundaba los pasillos palaciegos y Pailón se acercó a Calvini, puso su mano en el hombro de este y le dijo, "Su Majestad, tenemos que irnos, el carruaje nos espera". Calvini se puso en pié y comenzó a caminar despacio sin soltar la carabina y sintiéndose derrotado. De repente se detuvo y miró a su lacayo a la cara mientras preguntaba "Pailón, ¿Tu crees que si no hubiera yo botao al comandante  Pepito los soldados míos hubieran peleado mejor?", Pailón no respondió la pregunta y se limitó a decir "Su Majestad… salgamos pronto de aquí".
 
El tiempo pasa rápido en todos los sitios pero en Dominiland el tiempo anda en un fórmula 1  y pasa más rápido que las 500 millas de Indianápolis. Y aunque el tiempo seguía pasando, Afrini seguía cantando "Pa Palenque es que vamos, pa Palenque es que vamos". Tenía motivos para celebrar, por siete años consecutivos se había burlado del pueblo de Dominiland, sirviéndose con la cuchara grande como todo un comesolo. Ya ni envidiaba a los italianos que tanto poder económico tenían en Dominiland y aunque sabía que su final estaba cerca, porque ya el pueblo se había cansado de él y su afro, todavía le quedaba una esperanza futura. Esa tarde haría una visita muy especial.
El carruaje de Afrini llegó a su destino; la comarca de Cristobalea. Tímidamente bajó del carruaje e, indicándole a sus guardaespaldas que lo esperaran allí, comenzó a caminar hacia el interior de la enorme residencia donde habían llegado. Escuchó música desde el patio trasero y caminó hacia allá. Un perico ripiao sonaba a todo volumen en un equipo de música. Sentado en una silla de guano, con un sombrero de paja, una chacabana y los pantalones remangados,  estaba Calvini en persona, fajao comiendo mango y dando alaridos al compás del perico ripiao.
Calvini mecía su silla cada vez que se agachaba a coger un mango de la cubeta que tenía al frente. En uno de esos movimientos fue cuando percibió su inesperada visita. ¡Pollito! Gritó Calvini mientras reía, a lo que Afrini contestó con la misma emoción ¡Mi burro favorito! Y se estrecharon en un abrazo fraternal.Calvini embarró de mango la camisa de Afrini pero a este no le importó, tenía asuntos importantes que hablar con Calvini ¿Qué importaba ensuciarse la camisa ? 
Toda la tarde discutieron su plan de alternarse , hasta que murieran, el poder de la tierra de Dominiland. Calvini le hizo prometer que no volvería a querer quedarse en el poder ´por más de cuatro años seguidos, Afrini levantó su mano derecha y dio su palabra de honor de que así lo haría, hacía esto mientras tenía los dedos cruzados en la espalda,y ambos volvieron a abrazarse.Pasaron la tarde comiendo mango en Cristobaléa  y señalando cada detalle de sus planes. Se creían los dueños del destino, se sentían enlazados como dos grandes amigos. Sus ambiciones desmedidas les impedían ver lo que les esperaba. Aquella feliz tarde ninguno lo imaginaba.
Un año más tarde Afrini fue echado a patadas del castillo, su amigo Calvini tampoco pudo volver a gobernar. Un nuevo monarca dominó a Dominiland y encerró a casi todos los colaboradores de los dos. Dominiland por fin comenzó a progresar; sin jachistas, sinberenjenistas ni navarristas el pueblo encontró su propio camino. Tomó esfuerzo reparar todo lo que los anteriores gobiernos habían hecho tanmal pero poco a poco lo lograron. Una vez sacaron de su presente a todos aquellos corruptos,  en todo el planeta no hubo nación más feliz que el reino de Dominiland.  

24 de marzo de 2011

Dominiland 2ª parte.

Dominiland; País de las maravillas.
Si no leíste la primera parte, entra a: Dominiland 1ra parte.  
La sonora carcajada inundaba todo el despacho real. Monchy Burquis se retorcía en el sofá mientras miraba la televisión, las imágenes en la pantalla mostraban como llevaban en camilla a Afrini, luego de que los gendarmes   reales lo bombardearan con bombas lacrimógenas. Afrini quizo elevar una protesta pública a favor de sus detenidos colaboradores y poco faltó para que recibiera unos cuantos palos a manos de la guardia parlamentaria. Pronto todos se olvidarían de él, pensaba Calvini, por eso no lo envió a prisión junto a sus consejeros reales. Monchy gozaba la vergüenza que Afrini estaba pasando, justo en la misma calle donde él mismo hizo famoso aquel grito de guerra ¡Entren to' cojollo!. El monarca de Guraviña lo interrumpió, ¡Mira, Monchy! Llévate  el jodío televisor si quieres y déjame trabajar tranquilo. Monchy Burquis salió de la oficina sin poder dejar de reír.
Calvini empezó a gobernar y su nuevo reinado disfrutó de cierta prosperidad…. Nada del otro mundo pero su pueblo notaba la diferencia y el avance. Nombró a Guidín Maceta encargado de publicar los edictos del rey, Milly Boxchina, virreina de Gazcolandia, se encargó de dar reglazos a los estudiantes que no hacían la tarea, Micky Bigote fue nombrado constructor de caminos y el Duque de Barahín, Fellini el Soberbio, primero se autonombró jefe de gendarmes y luego decidió emular a Cristóbal  Colón y, construyendo cinco carabelas, las mandó a buscar turistas para el reino desde los cinco continentes, aunque no quisieran.
Todo parecía acoplarse para los jachistas, entonces Calvini de Guraviña cometió otro error. Sintiéndose acosado por banqueros y comerciantes poderosos a los cuales el antiguo rey Afrini tenía acostumbrado a complacer en todos sus requerimientos, Calvini puso a prueba su poder y mandó a freír tuzas a aquellos burgueses mal acostumbrados a obtener del reino todo lo que deseaban. Calvini dijo ¡El poder es para usarlo! y mandó a encerrar en prisión a algunos de estos poderosos mercaderes. Los demás burgueses contemplaron atónitos lo sucedido, no podían dar crédito a sus ojos. ¿Quién se ha creído ser este Calvini de Guraviña?, decían, si el poder es para usarlo, nosotros tenemos el poder del dinero y vamos a usarlo en su contra. Muy pronto todo el reino sintió la fuerza y el poderío de este pequeño grupo de mercaderes que poseía en sus manos el 80 por ciento de todas las riquezas del reino de  Dominiland. Sus maniobras inflacionarias afectaron el ámbito de otros comerciantes, quienes  veían sus negocios quebrar sin poder nada hacer, espantaban a los jerarcas de otras tierras a través de sus potentes medios de comunicación e incrementaron el poder hipnótico que ya poseían en el pueblo dibujándoles un imaginario escenario que llamaron "La casa del terror" y todos a una (como dijo Lope de Vega  en Fuenteovejuna), se dispusieron a sacar de palacio a Calvini de Guraviña.  Baúles repletos de oro fueron invertidos, "total, pronto lo recuperaremos del pueblo de nuevo" decían los mercaderes y burgueses. Llegaron incluso a sobornar a varios de los consejeros del Rey Calvini quienes mal aconsejaban a su monarca dándole informaciones falsas acerca de lo que ocurría en el campo de batalla, "Su Majestad calvini, aún nos queda mucho por hacer, tenemos al enemigo rodeado y colgado del pichirrí , Calvini reía confiado y bromeaba sin parar.
Los mercaderes sentían satisfacción al darse cuenta de que su empresa vislumbraba los resultados esperados, el rey Calvini pronto sería derrocado. Una vez más todos reunido, trataban de decidir quien tendría la corona, a todos les fue ofrecida pero ninguno quiso tomarla. Sus negocios eran más prósperos y dejaban más beneficios que el mismo trono real, por eso ninguno quería gobernar. Pincho Caremono, un legalista invitado por los mercaderes a aquella reunión, hizo gala de sus conocimientos jurisprudenciales al aconsejarles "Yo creo que lo más correcto sería rescatar a Afrini de la montaña en que se encuentra y volver a hacerlo rey.", Varios de los mercaderes escucharon con recelo la observación hecha por Caremono, unos decían "La última vez que Afrini gobernó llegó a ser detestado por casi todo el pueblo", otros refutaban "Recuerden que nunca antes ningún monarca confundió tantas veces al pueblo en tan poco tiempo". Algunos de los más poderosos, incluidos familiares de aquellos a los que Calvini se había atrevido a poner en la cárcel, apoyaban la moción interpuesta por Caremono, después de todo algunos hasta enviaban mensualmente comestibles y golosinas al chiribitil de Afrini a través de sus sirvientes. Claro sin dejarse ver con él, por si acaso. Como siempre estuvieron todos de acuerdo. Eso los diferenciaba del explotado pueblo que siempre pensaba con el estómago y vendían hasta su acta de nacimiento con todo y fé de bautismo por un plato de cocido de pata de vaca de la fonda de Marisol o por un sanguchito de queso y un morisoñando con K de la Barra Payán.
Fue así como  dispusieron rescatar a Afrini de su montaña en forma de globo. Con todo ese poder de su lado, Afrini estaba más que entusiasmado. Muy pronto olvidó todos los errores de su  gobierno pasado y gritó a todo pulmón "e pa palenque que vamos". Decía esto pues su vuelta a palacio era inminente y esta vez, lo había decidido, fundamentaría su estrategia de gobierno en las ganancias obtenidas por el petróleo (que comparaba con las negras arenas de la playa de Palenque.), no hablaría tanto con el pueblo llano como la otra vez (total, se había dado cuenta que un grupito de mercaderes tenía más poder que todo el pueblo de Dominiland, quienes nunca se ponían de acuerdo para luchar unidos por su bien común y ni uno solo de ellos entendía su profunda conceptualización.), solamente hablaría de vez en cuando con los dueños de los medios de comunicación y más que hablar tanto, estos tendrían que conformarse con las cuantiosas ganancias que obtendrían de la propaganda oficial que colocaría en sus espacios. Todo lo tenía bien pensado y arreglado…. Subiría más los impuestos reales pero chin a chin para que nadie se quejara, mantendría contentos  a los dueños de carruajes y diligencias que eran los más ruidosos del pueblo y no hacían liga con los mercaderes, y sobretodo viajaría más que en su otro gobierno pues tenía que asegurar que si un día volviera a verse fuera de palacio (aunque sus planes eran perpetuarse en el poder y romper la marca establecida por el rey Joaco de Navarria), pero como ya él sabía que todo podía suceder en este mundo, tenía que asegurar que la organización de Noimportanloschiquitos Unida (ONU) o la organización de enanoscoje de bobos a lostercermunditas amargados (OEA) le diera un puesto dentro de sus filas, pero eso sería una última opción. Por lo pronto concentraría su esfuerzo y dedicación en reinar para siempre y romper la marca del rey  Joaco de Navarria… O ¿Quién sabe? Hasta podría quedarse en el trono más tiempo que el mismo Raffynidas de Cristobalea quien había reinado en Dominiland por 31 años ininterrumpidos. Mientras pensaba esto se miraba al espejo y decía en voz alta "excúsame de nuevo, me las sé de todas todas." Y tuvo ganas de estallar en una  carcajada pero no era su estilo, no podía perder su glamour. Su risa era callada, casi imperceptible, como si estuviera comiendo solo.
continúa en: Dominiland. Parte final.

 



  

 

17 de enero de 2011

Dominiland: País de las maravillas.

Ya una vez, años atrás, el rey Afrini perdió el reino de  Dominiland,  de manos de Calvini  de Guraviña. El pueblo estaba hastiado de su mala gobernación y no salió a defenderlo. Por el contrario, aquel pueblo nunca había manifestado abiertamente tanta efusiva alegría y desbordado alboroto como el día en que se supo que Calvini de Guraviña había logrado la conquista del palacio. La emoción colectiva, solamente comparable con el ascenso al trono de Segismundo en “La vida es sueño” de Calderón de la Barca, era más que evidente en el pueblo de Dominiland.  La muchedumbre bailaba a ritmo de la más reciente obra clásica de la Banda Chula, “ay que olla”, la cual convirtió, momentáneamente, en un segundo himno nacional.
“La malaria invadió nuestros bolsillos”, se quejaba la plebe. Frases como: “Frenando en el aro”,  “jalando aire”, “sin ni uno”, “atrás del último”, y claro está…  “en olla”, ocupaban los primeros lugares del top ten sincrónico coloquial en la cotidianidad del reino de Dominiland. Dichas frases solamente eran superadas por el protervo nombre de “Buquí solitario”, mote con que el pueblo bautizó a los berengenistas desde el momento en que estos tomaron el poder pues ni siquiera las migajas de pan sobrantes de sus banquetes caían donde el populacho las pudiera coger. Por esa razón el pueblo aprobó que el rey Calvini de Guraviña tomara para sí el palacio de Dominiland. Confiado y emocionado, el monarca de Guraviña cometió el error de su vida. Permitió que el derrocado rey de Dominiland intercambiara su propia libertad por la de sus siete más cercanos colaboradores, los cuales fueron enviados a las mazmorras de una sucia y oscura cárcel en medio de la nada. Nunca más serían mencionados y ninguno podría limpiar su reputación. El rey destronado huyó despavorido hacia una residencia ubicada en la falda de una montaña con forma de globo. Como es normal en este tipo de acontecimiento, quedándose casi solo, Afrini estaba rodeado por unos pocos amigos quienes le agradecían el no haberlos entregado junto a los otros siete. Pacífico Medín, a quien Afrini intentó ceder su trono en un desesperado e infructuoso intento por librarse de la furia del pueblo, le rendía el último informe oficial contenedor de la negación del rey Joaco de Navarria de autorizar que sus 24mil soldados navarristas  lucharan al lado de los berenjenistas para evitar la consumación del ascenso al trono de Calvini de Guraviña. El rey Joaco   le explicó que él necesitaba su  ejército intacto para protegerse, y agregó que con los 50 mil hombres que componían  el ejército de Calvini, de todos modos sería muy cuesta arriba vencerlo y no estaba dispuesto a correr ese riezgo. “¿Me oyes o no me oyes?”, fue lo último que el nonagenario Jerarca preguntó a Pacífico Medín antes de que este desistiera de seguir implorando.  Pacífico y sus acompañantes abandonaban el despacho de Joaco lentamente. Todavía no se había cerrado bien la puerta cuando Pacífico se vio tentado a volver sobre sus pies y hacer un último intento de convencer a su anfitrión, pero escuchó claramente cuando el sabio caudillo decía a su asistente, Malindo Alpes, “esta gente cree que todos los días son de fiesta. La otra vez los apoyé para que Negrito Peñón de Creolina no ganara la guerra y no trajera toda su gente a vivir a Dominiland. Tampoco apoyé a Pelo Liso porque si ese ganaba, aún siendo de los míos,  me cortaba el agua y la luz...”. Malindo Alpes se dio cuenta que la puerta tardaba en cerrarse y caminó hacia ella sin dejar de escuchar lo que su jefe decía.  “…Le advertí a Afrini que le prestaría mi cotorra para que le diera no más de cuatro vueltas por el patio, sin mareármela, y me la devolviera con todo y corona, se hizo el loco y no me devolvió ninguna de las dos.  ¡Que cojan ahí.!    . Malindo Alpes cerró la puerta de un empujón y por poco hace que Pacífico se vaya de boca, si no es por la enana real que  lo ataja con la escoba, se cae al suelo.
Luego de relatarle lo sucedido a su amigo Afrini y de escuchar sus lamentos,  dijo  discretamente,  “Afrini,  quédate tranquilo que como quiera yo siempre te llevo en mi corazón.” y le pasó un pañuelo purpúreo para que secara sus lágrimas y el sudor de su frente.
A lo lejos, podía escucharse el tema de moda repetido una y otra vez por los seguidores del nuevo rey; “Ay que ollaaa, ay que ollaaaa….”. Afrini meditaba para sus adentros con aire adusto y solemne, semejante al que Alexandre Dumas confiere a Edmundo Dantés en su obra “El Conde de Montecristo.”, y sentenció que si algún día volvía al poder, se encargaría de que “Nelson de la Olla” no volviera jamás a pegar un tema en la radio. Tan profundamente absorto estaba en sus pensamientos que sin darse cuenta ya estaba moviendo el pié derecho al compás del dichoso tema. Al percatarse de lo que hacía, miró rápidamente de un lado a otro para comprobar si era observado, pero todos estaban cabizbajos, pensativos y adoloridos, nada habían notado. Afrini se llevó las manos a la greña y coincidencialmente al mismo tiempo que el intérprete del tema musical que en el fondo se escuchaba,  gritó a los cuatro vientos ¡Dios mío, que olla!.

Esta historia continúa en: Dominiland. 2da parte.