El pasado y los recuerdos no son exactamente los que perjudican al individuo. En todo caso, el futuro podría producir el mismo efecto perjudicial, o aún el presente… todo dependerá del pensamiento. Si una persona pretende viajar al extranjero dentro de dos años y se pasa todo el tiempo pensando en lo que hará cuando llegue el momento del viaje, es lo mismo que pasar el tiempo recordando, cosas buenas o malas, que ocurrieron en el pasado. De igual manera, una persona está limpiando su casa y a cada trapo que pasa sigue el detenimiento a pensar que el trapo debió haber estado más húmedo, que los brazos se le están cansando, que a la próxima vuelta tiene que cambiar el agua, etc, etc, etc. Es exactamente lo mismo que perder el tiempo en recuerdos pasados. Entonces, no es el recuerdo ni el pasado, sin o los pensamientos los que tienen el poder de perjudicar al ser. Sí, dirán que es el mecanismo aprendido, fruto de la experiencia, lo que hace al individuo pensar frenéticamente en algo, empecinarse hasta la obsesión en un objeto, dedicar su tiempo a pensamientos fútiles. Cierto,, pero es también la experiencia la que ayuda al individuo a recorrer el camino a su casa cuando sale del trabajo, a utilizar correctamente su computadora, a afeitarse… hasta a caminar. Lo cierto es que el recuerdo o experiencias pasadas, cumplen una función en la vida de todo ser. El conflicto ocurre cuando el ego intenta reparar lo que no está dañado. Cuando los pensamientos, sean futuristas o pasados, ejercen dominio sobre lo que está aquí y ahora, entonces ocurre el corto circuito que estanca la energía y perjudica el desarrollo del ser en su esencia natural y en conjugación con el todo.
Desde el exacto momento en que se pretende disolver el pasado se reinicia la adoración al mismo pasado que se pretende disolver. La energía creadora, de la cual somos parte inherente, es tan inmensa, tan infinitamente grande y poderosa, que requiere un mayor esfuerzo vivir de los recuerdos pasados que beneficiarnos del darnos cuenta de todo lo que tenemos delante nuestro.
Los recuerdos pasados, y los pensamientos infructíferos en sentido general, consumen la energía del ser, por ende lo hacen sentir cansado todo el tiempo. El orden divino renueva las energías, revitaliza el ser y le permite recuperarse con menos horas de descanso.
Los pensamientos infructuosos encierran al individuo en un laberinto de confusión y nebulosas mientras que el todo es abierto, en constante expansión, en libertad plena.
Los recuerdos y pensamientos infrugíferos limitan al ser, le ponen una raya de donde no puede pasar… el orden divino muestra todas las posibilidades que ningún ser humano podría agotar aunque viva mil años en el plano físico y material.
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