En el aspecto psicológico, los adolescentes enfrentan grandes retos
en el camino a la vida adulta: llega un momento en que todavía no saben a ciencia
cierta si ya son lo suficientemente grandes para tomar sus propias decisiones,
pero anhelan encontrar la forma de ser independientes, de explorar nuevas
alternativas, de ser dueños de sus propios caminos y, aun si quieren mucho a
sus padres, sienten la necesidad de cambiar los estándares que han predominado
en la vida familiar del hogar paterno. Son influenciables, precisamente por
querer buscar por ellos mismos lo que no saben dónde encontrar, llegando a
confiar demasiado en sus amigos, a quienes a menudo cuentan más cosas que a sus
padres y familiares, por tal razón son susceptibles de caer en vicios y cometer
actos delictivos o adoptar costumbres reñidas con las reglas sociales, asumiendo
en ocasiones una actitud de rebeldía que amerita mucho la comprensión de los
adultos que le rodean y sobre todo el apoyo psicológico y moral de sus padres y
tutores. En esa etapa contribuye a la formación del joven el pertenecer a
entidades deportivas, culturales, religiosas y artísticas en toda su dimensión,
pues todas son alternativas que pueden suplir las carencias de conocimiento y
orientación que caracteriza ese tiempo tan importante en la vida de un ser
humano. Lo más importante es la preservación de una buena comunicación con sus
padres, que deben procurar ser siempre los mejores amigos de sus hijos. Aunque
hayan crecido físicamente, sus mentes todavía necesitan orientación y ser
guiadas por el camino más adecuado. Esto no significa imposición parental sino
armonía familiar: papá y mamá deben escuchar lo que sus hijos quieren expresar,
los adolescentes deben entender que sus padres tienen la experiencia que a
ellos les hace falta para aprender a vivir y que su mejor opción es confiar que
sus padres desean lo mejor para sus vidas. Esto sólo se consigue con amor.
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