El conocimiento sobre tu propia persona.

Si cualquiera de los grandes pensadores de la Antigua Grecia apareciera de repente en una intersección de dos avenidas de nuestra ciudad, probablemente correría el riesgo de sufrir un ataque de pánico que lo obligaría a salir corriendo intentando escapar del bullicio y la impresión extrañamente desconocida que le producirían los autos, camiones, motocicletas, Etc. Incluso pudiera ser atropellado por un auto cuyo conductor fuera incapaz de esquivar su alocada carrera. Claro está, esa suposición es incierta pues no tenemos una máquina del tiempo que nos permita traer alguno de esos sabios para averiguar qué ocurriría. Aun si tuviéramos una máquina del tiempo, como decía El físico británico Stephen Hawking,, la misma tendría que haberse inventado hace tres mil años para que un filósofo pudiera ingresar en ella para ser transportado hasta nuestro tiempo, porque la máquina del tiempo no podría transportarse a sí misma hasta un pasado en que ella no existía. Esto también es, al menos en este instante, algo difícil de probar. El conocimiento es así, verdades cambiantes y especulativas que viven anhelando ser sustituidas por nuevos conocimientos. La razón por la que el hombre ha podido desarrollar la tecnología moderna con que contamos es porque a través del tiempo ha buscado la forma de sustituir, mejorar e incluso negar el conocimiento existente en el presente. Cuando algo es conocido se formulan nuevas interrogantes sobre cómo superarlo y, claro está, resulta más sencillo lograrlo cuando se sabe la forma en que ese objeto llegó al estado en que se encuentra en este instante. Conocer es aprender cada día, preguntar, imaginar, crear… vivir. En este día te invito a que te preguntes qué tipo de conocimiento te interesa y cuánto sabes sobre el mismo. Si tienes alguna duda sobre las respuestas entonces es tiempo de que inicies el conocimiento de tu propia persona… ¡Conócete a ti mismo!