Llegó el día esperado, y al igual que en "Crónica de una muerte anunciada", Calvini fue el último en enterarse que la sartén en la cual habían de freírlo bullía repleta de aceite ardiente. Descubrió horrorizado que lo habían engañado cuando observó la muchedumbre que se agolpaba en las afueras del palacio real gritando enardecida ¡La calle está dura, no queremos acera!, bajó de dos zancadas los escalones de la torre y corrió hacia su despacho vociferando "Pailón, Pailón ¿dónde están los papeles del convenio real para los mercaderes?, les voy a dar todo lo que ellos piden". Pero Pailón, mano derecha de Calvini de Guraviña, estaba concentrado enviándole un email a Felino el Gato Barrigaverde, miembro del séquito de Afrini, "Ya tú sabes Felino, recuérdale a tu jefe que el rey Calvini lo perdonó una vez y ahora está obligado a hacer lo mismo con él y que tenga en cuenta que sin mi ayuda muy difícil le hubiera sido volver a palacio. A la menor oportunidad quiero que me nombren Conde de Compostelina con asiento en el parlamento por seis años seguidos." dio un clic en "enviar" justo en el momento en que el rey Calvini abruptamente irrumpió en su oficina real. "Pailón, Pailón, estamos rodeados por todos lados, hay que pelear hasta morir" (porque era guapo de verdad este Calvini) y mientras esto decía se apresuraba a sacar del armario su vieja carabina y le pedía a Pailón el 3m para limpiar el óxido. Pailón permaneció inmutable en su escritorio, Felino le había asegurado una ruta de escape segura para que condujera a su rey sano y salvo hasta su pequeño castillo en Cristobaléa. "Majestad, debemos salvar nuestras vidas, conozco un camino, saldremos por el túnel secreto que Ud. Y yo conocemos y… ", el rey Calvini no lo dejó terminar "deja de hablar disparates Pailón y vamo a peleai carajo ", hacía tiempo que no le salían las íes de Guraviña pero aquel día estaba fuera de sí. Salió corriendo por todo el palacio llamando a sus consejeros y amigos "Guidiiiiín, Mily Bochina, Fellini carajo ¿dónde están toditos?". El palacio estaba solo y vacío, Pailón había mandado a poner a salvo a la reina y a los hijos del rey para que nada les pasara, solamente quedaban ellos dos y algunos guardias reales de confianza, Calvini se sentó en las escalinatas reales con los ojos aguados de la rabia que le causaba la impotencia que sentía en aquel momento y susurraba "Eso fue culpa de Campín el Cacique, jodío cacique del carajo si sé le dejo gobernando las cortes reales ", pero era muy tarde, la humareda inundaba los pasillos palaciegos y Pailón se acercó a Calvini, puso su mano en el hombro de este y le dijo, "Su Majestad, tenemos que irnos, el carruaje nos espera". Calvini se puso en pié y comenzó a caminar despacio sin soltar la carabina y sintiéndose derrotado. De repente se detuvo y miró a su lacayo a la cara mientras preguntaba "Pailón, ¿Tu crees que si no hubiera yo botao al comandante Pepito los soldados míos hubieran peleado mejor?", Pailón no respondió la pregunta y se limitó a decir "Su Majestad… salgamos pronto de aquí".
El tiempo pasa rápido en todos los sitios pero en Dominiland el tiempo anda en un fórmula 1 y pasa más rápido que las 500 millas de Indianápolis. Y aunque el tiempo seguía pasando, Afrini seguía cantando "Pa Palenque es que vamos, pa Palenque es que vamos". Tenía motivos para celebrar, por siete años consecutivos se había burlado del pueblo de Dominiland, sirviéndose con la cuchara grande como todo un comesolo. Ya ni envidiaba a los italianos que tanto poder económico tenían en Dominiland y aunque sabía que su final estaba cerca, porque ya el pueblo se había cansado de él y su afro, todavía le quedaba una esperanza futura. Esa tarde haría una visita muy especial.
El carruaje de Afrini llegó a su destino; la comarca de Cristobalea. Tímidamente bajó del carruaje e, indicándole a sus guardaespaldas que lo esperaran allí, comenzó a caminar hacia el interior de la enorme residencia donde habían llegado. Escuchó música desde el patio trasero y caminó hacia allá. Un perico ripiao sonaba a todo volumen en un equipo de música. Sentado en una silla de guano, con un sombrero de paja, una chacabana y los pantalones remangados, estaba Calvini en persona, fajao comiendo mango y dando alaridos al compás del perico ripiao.
Calvini mecía su silla cada vez que se agachaba a coger un mango de la cubeta que tenía al frente. En uno de esos movimientos fue cuando percibió su inesperada visita. ¡Pollito! Gritó Calvini mientras reía, a lo que Afrini contestó con la misma emoción ¡Mi burro favorito! Y se estrecharon en un abrazo fraternal.Calvini embarró de mango la camisa de Afrini pero a este no le importó, tenía asuntos importantes que hablar con Calvini ¿Qué importaba ensuciarse la camisa ?
Toda la tarde discutieron su plan de alternarse , hasta que murieran, el poder de la tierra de Dominiland. Calvini le hizo prometer que no volvería a querer quedarse en el poder ´por más de cuatro años seguidos, Afrini levantó su mano derecha y dio su palabra de honor de que así lo haría, hacía esto mientras tenía los dedos cruzados en la espalda,y ambos volvieron a abrazarse.Pasaron la tarde comiendo mango en Cristobaléa y señalando cada detalle de sus planes. Se creían los dueños del destino, se sentían enlazados como dos grandes amigos. Sus ambiciones desmedidas les impedían ver lo que les esperaba. Aquella feliz tarde ninguno lo imaginaba.
Un año más tarde Afrini fue echado a patadas del castillo, su amigo Calvini tampoco pudo volver a gobernar. Un nuevo monarca dominó a Dominiland y encerró a casi todos los colaboradores de los dos. Dominiland por fin comenzó a progresar; sin jachistas, sinberenjenistas ni navarristas el pueblo encontró su propio camino. Tomó esfuerzo reparar todo lo que los anteriores gobiernos habían hecho tanmal pero poco a poco lo lograron. Una vez sacaron de su presente a todos aquellos corruptos, en todo el planeta no hubo nación más feliz que el reino de Dominiland.